Acerca de lo oído y leído sobre Donald Trump
“No te creas todo lo que te dice una
“autoridad”, porque si luego otra te dice lo contrario, ¿a quién crees?”
“No tengas miedo de tener opiniones
excéntricas; cada una de las buenas opiniones fue una vez excéntrica”
(Estos son tres de los seis principios por los que se guiaba Bertrand Russell; la otros tres también maravillosos se los diré otro día)
El 27 del pasado octubre llegaba a Nueva
York, procedente de Los Ángeles, donde se había celebrado el congreso anual del
Colegio Médico Americano del Tórax. Siempre que puedo y mis ahorros lo permiten
visito esta ciudad, porque me encanta pasearla y visitar todos los días la
maravillosa plaza de Times Square.
Conocía de otras veces la Torre Trump de la
5ª Avenida, pero nunca me había detenido ni había entrado. Lo hice esta vez
porque había alguna gente sacando fotos a un “personaje” que ya había visto en
los periódicos o TV, aquí en España. Solo vestía un sombrero y un calzoncillo
blanco, y hacía mucho frío, con el nombre de Trump en letras grandes mayúsculas
en la parte de atrás, en el culo; bueno, también llevaba una guitarra o falsa
guitarra eléctrica. En el poco rato que estuve en la puerta, una chica subió a
sus brazos mientras una amiga le hacía fotos.
Y también entré en la Torre. Me pidieron
que abriese mi mochila y me dejaron pasar. Subí hasta donde se permitía, creo
que el segundo o tercer piso donde había un Starbucks –imagino que el precio
del café allí sería muy superior al de otros Starbucks de Nueva York-, y el
lujo y la calidad de la construcción me parecieron insuperables. Me imaginé lo
que podría costar allí el alquiler de una oficina. La famosa joyería Tiffany
parece que está en la planta baja, lado derecho, de la torre Trump, y aunque
supongo que pertenecerá a los dueños de Tiffany, imagino lo que habrían tenido
que pagar a Donald Trump si le hubiesen comprado el local.
Visité la tienda de Apple que está cerca y
a la vuelta había algunos manifestantes más con pequeños carteles, con frases a
favor y en contra de Donal Trump.
Una semana después de regresar a Orense, se
celebraron las elecciones en EEUU y Donald Trump fue el ganador, en contra de
lo que pronosticaban los medios de comunicación americanos.
Los días siguientes, después de oír la
radio, ver la TV y leer algunos periódicos en internet de nuestro país, vino mi
extrañeza al oír lo que decían, explicaban o escribían, “tertulianos”,
presentadores, colaboradores de periódicos y editoriales de los mismos.
Resulta que ahora los
ciudadanos americanos se habían equivocado, que lo había votado sobre todo la
América “profunda” y blanca, los que no estaban de acuerdo con el establishment -grupo dominante visible
o élite que ostenta el poder o la autoridad-, los que habían sufrido un
deterioro en su nivel de vida durante la presidencia de Obama, las clases
medias que habían perdido poder adquisitivo, etcétera. Los que siempre dijeron
que “un ciudadano, un voto” era lo fundamental de la democracia ahora lo cuestionaban,
como si el voto de los que eligieron a Trump no tuviese la misma validez que el
voto que fue para Hillary Clinton. ¡Y así pontificaban y pontifican!
Esto me hace recordar como los
periodistas de nuestro país criticaban a los que defendían en los años 60 del
pasado siglo, casi todos los mayores de mi aldea lo hacían, los gobiernos de
España en los que había gente tan competente o más que en los de ahora, aunque
por supuesto no fuese defendible el dictador que los nombraba. O a os que
decían que Rafael, Manolo Escobar y la copla española solo les gustaba a los
aldeanos y que lo bueno era la canción protesta. Y también a aquellos que
salían de los rollos de películas de arte y ensayo, que no entendía nadie,
diciendo que eran buenísima y te criticaban si decías que te gustaba “La muerte
tenía un precio”. Es decir, lo bueno era lo que les gustaba o interesaba a
ellos. Ahora, en este caso como el del brexit, solo deberían tener validez los
votos que les gustan a “ellos”: los de los jóvenes, los de la costa oeste de
EEUU, los de los negros, hispanos y otras minorías, etcétera, y no los de los
blancos americanos, de la “américa profunda” como llaman despectivamente.
Oí y leí muchas otras cosas como estas. Que
Trump es un estúpido, analfabeto, sin experiencia, machista, misógino, xenófobo,
que va a cerrar las fronteras para que no puedan entrar en EE. UU hispanos ni
musulmanes, que no cree en el cambio climático -como si fuese el único que no
cree-, etcétera. Hombre, es verdad que al parecer ha heredado varios millones de
dólares de su padre, pero si los multiplicó no debe ser un estúpido. Y respecto
al comportamiento o trato con las mujeres, no parece que hasta ahora haya hecho
lo que hicieron Kennedy o Clinton en la Casa Blanca -es verdad que aún no ha
entrado en ella-, y se le critica ya mucho más de lo que se criticó a ellos.
Pero lo que más me ha llamado la atención
es esto otro que dicen o escriben. Que como otros populistas de nuestro país y
de otros países europeos y sudamericanos, ha hecho promesas que no podrá
cumplir. ¡Cómo si Obama o los actuales gobernantes de nuestro país y de otros
países europeos las hayan cumplido! Creo que la poca seriedad de la mayoría de
los políticos actuales, incluido Obama por supuesto, en el desempaño de sus
funciones, el aumento de la desigualdad entre los ricos y los que los hacen
ricos con su trabajo, el empobrecimiento o pérdida de poder adquisitivo de las
clases medias durante esta crisis posiblemente relacionado al menos en parte con
las bajadas de sueldos a causa de la globalización, junto el poco atractivo -no
me refiero al físico- de la señora Clinton probablemente han contribuido para
que ganara Donald Trump las elecciones.
Cada vez que los oigo o leo acabo pensando
siempre lo mismo, que todo en la vida es un negocio y todos defendemos el
nuestro: los que votamos a unos u otros, todos los políticos, todos los
comentaristas de radio, editoriales de periódicos, líneas informativas de TV… Y
que lo más fácil es ir con la manada. Si a alguien se le ocurre pensar
diferente, y defender a Donald Trump en este caso, es criticado, casi crucificado,
como decía hace pocos días en el artículo de la manada.
Termino recordando la opinión de Emilio
Romero, perspicaz periodista muy criticado porque era franquista, cuando
sucedió algo parecido al ser elegido Ronald Reagan en 1981 como presidente de
EEUU. La manada de periodistas españoles comentó lo mismo que hacen los de
ahora con Donal Trump. Emilio Romero escribió que si los americanos leyeran sus
opiniones, las carcajadas se oirían en nuestro país. Y yo les diría que no
echen cuentas adelantadas como las echaron con Ronald Reagan, quien al terminar
sus dos mandatos de ocho años fue valorado como uno de los mejores presidentes
de EEUU, porque a veces resultan equivocadas.
Y me pregunto: Si Donald Trump no fuese un
empresario de éxito -según se dice-, fuese pequeño y poco atractivo, tuviese
una mujer poco llamativa, no abriese la boca, se rodease de gente común, es
decir fuese de la manada como lo somos muchos de nosotros, ¿opinarían lo mismo
la mayoría de estos tertulianos y colaboradores de periódicos, algunos o muchos
de ellos posiblemente resentidos y/o envidiosos? Tal vez sí, porque su negocio
es criticar a diestro y siniestro como si ellos fuesen perfectos.
Termino con el cuarto principio de Bertrand
Russell que le dedico para que disienta si le apetece, pero por favor,
educadamente: “encuentre placer en el disentir inteligente, más que en el acuerdo
pasivo, porque el primero implica un acuerdo más profundo que el último”.
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