Medicamentos genéricos





“No te pongas en el lado malo de un argumento simplemente porque tu oponente se ha puesto en el lado correcto” (Baltasar Gracián)





    Según la Organización Mundial de la Salud, un medicamento genérico es aquel vendido bajo la denominación del principio activo que incorpora, siendo bioequivalente a la marca original, es decir, igual en composición y forma farmacéutica y con la misma biodisponibilidad que la misma. Puede reconocerse porque en el envase del medicamento en lugar de un nombre comercial, figura el nombre de la sustancia de la que está hecho (llamado principio activo) seguido del nombre del laboratorio fabricante. En España se agrega EFG (Equivalente Farmacéutico Genérico).
    Un medicamento genérico puede ser elaborado una vez vencida la patente del medicamento de marca siempre que reúna todas las condiciones de calidad y bioequivalencia. También debe ofrecer la misma seguridad que cualquier otro medicamento. Todos los fármacos aprobados por un Ministerio de Salud o autoridad sanitaria que tenga dicha tarea, han de pasar por los mismos controles de calidad, seguridad y eficacia.

    La principal ventaja de un medicamento genérico frente a un medicamento de marca es el menor coste, ya que el genérico no requiere inversión en investigación, desarrollo y promoción. Además de la ventaja del precio, estos medicamentos cumplen con los mismos registros sanitarios que los medicamentos de marcas y tienen la misma eficacia sobre el organismo.

    Estos tres primeros párrafos fueron tomados literalmente de Wikipedia y creo que nadie puede poner en duda su veracidad.

    En  los últimos meses hemos leído con asiduidad noticias sobre la implantación de un catálogo de medicamentos en Galicia para reducir el gasto farmacéutico. El catálogo de fármacos aprobado consiste en que el SERGAS solo financiará el medicamento que, con igual principio activo, sea el más barato del mercado para favorecer el control del gasto sin alterar la calidad de la prescripción.
    Quién conozca la mesura de la Conselleira de Sanidade de la Xunta de Galicia sabe que con la implantación de este catálogo se busca únicamente detener el enorme gasto en medicamentos, con las mismas garantías que anteriormente y sin merma en la seguridad para el enfermo gallego consumidor de medicamentos.   
    Farmaindustria, Asociación Nacional Empresarial de la Industria Farmacéutica, y la Federación de Farmacias de Galicia presentaron recurso contra el catálogo gallego de medicamentos genéricos. Estos recursos se entienden, aunque los argumentos sean otros, porque la implantación del catálogo mermará el beneficio económico de ambas.
    El Ministerio de Sanidad también ha presentado recurso de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional. La sentencia de Baltasar Gracián citada más arriba es muy demostrativa de lo que no debería hacerse si tu “oponente” -la Consellería de Sanidade- se ha puesto en el lado correcto. Las recientes filtraciones de Wilileaks han descubierto los problemas a los que se enfrentan algunos Gobiernos para fomentar el empleo de genéricos ante las enormes presiones de los laboratorios farmacéuticos. 
    Los fármacos nuevos, antes de poder ser dispensados en las farmacias tienen que ser aprobados por el Agencia Española del Medicamento y los autorizados salen a la venta con un precio superior al de su fabricación para amortizar el costo de investigación. Pasados diez años, la compañía farmacéutica que investigó el fármaco pierde la exclusividad sobre él y cualquier otro laboratorio farmacéutico puede fabricarlo y venderlo a un precio inferior, ahora ya con el nombre del principio activo.
    En Estados Unidos más de la mitad de los productos recetados por los médicos son genéricos. En Galicia el año pasado representó únicamente el 14.5 por ciento del total y en enero de 2011 el porcentaje se incrementó hasta el 27 por ciento con la ayuda de la implantación del catálogo y ahora ya está por encima de la media española según los datos de la Consellería de Sanidade. El porcentaje de prescripción de genéricos es inferior al 20 por ciento en países con mayores dificultades económicas como Grecia, Portugal e Irlanda y estos porcentajes llegan en el Reino Unido al 60, en Holanda al 58 y en Finlandia al 48 por ciento. También, según los informes de esta Consellería, durante los primeros quince días de la entrada en vigor del catálogo priorizado de medicamentos, entre el 17 y 31 de enero de 2011, se han ahorrado más de tres millones y medio de euros, más de doscientos cincuenta mil al día, y se estima que pueden ahorrarse alrededor de noventa millones al año.
    El 9 de febrero de este año 2011 el Presidente de Colegio de Médicos de A Coruña, doctor Luciano Vidán Martínez, en un artículo titulado “Médicos e industria farmacéutica”, publicado en La Voz de Galicia, expresaba que el catálogo gallego del medicamento había contado con el total apoyo de los médicos y decía además textualmente que “la aportación de la industria farmacéutica a la formación de los facultativos, a la investigación y a la asistencia sanitaria es innegable y digna de reconocimiento y elogio. Hasta el punto de haber sustituido a los poderes públicos”.
    En mi opinión, haber dejado la formación de los facultativos de la sanidad pública en manos de la industria farmacéutica no ha sido una buena decisión. La formación de los médicos debería estar en manos de las empresas contratantes, y, si existiese competencia, con contratos temporales y mejores sueldos para los médicos que lo merezcan, del propio médico. La contribución de la industria farmacéutica a la formación continuada del médico siempre será sesgada, por los probados intereses comerciales de estas empresas. 

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