Cartas a mi nieta


 “Con un amiguito que la columpia”

 

"El que no tiene celos no está enamorado" (San Agustín)

 


    Así titulaba tu abuela el video que te grabó en los columpios del parque que está cerca de donde vives. Después de verlo pensé que tenía que escribirte cuanto antes para decirte que estoy muy enfadado contigo, que no me gustó nada lo que hiciste.

    Tu abuela te sentó en el columpio. Y comenzó a grabarte. Estabas guapísima, con uno de los gorritos que siempre te pone y que tan bien te sienta. Hay un niño a tu derecha, mayor que tú, que ya habla bien y es muy guapo. Toses una vez. Llevas una hoja que has cogido del suelo en tu mano derecha, que no sueltas. Tu abuela te dice, ¡venga! y tú mueves la mano izquierda bruscamente hacia abajo al mismo tiempo que dices ¡Ah!, como si quisieras decir a tu abuela que te dejara tranquila. Ni la miras. Solo miras al niño.

    El niño le pregunta a tu abuela porque llevas el gorro. Ella le dice que "porque hace frío, por eso se lo he puesto, porque hace frío". Seguís mirándoos los dos. Tú acercas la hoja que tienes asida en tu mano derecha hasta su cara y sigues mirándolo. Moviendo tus patitas porque estás contenta. Tu abuela le dice al niño que te mueva: ¡dale un poquito, dale!, ¡muévela! Y él comienza a moverte, a columpiarte. Tu abuela te dice, ¡hola! No le haces caso, sigues mirando para el niño y el para ti. Parece decirte bajito si te gusta cómo te columpia, y parece preguntarte luego, algo más bajito aún, ¿no te gusta?, al ver que tú no le contestas. No sabe que no sabes hablar. Tú le sigues mirando y él a ti, con las caras muy cerquita la una de la otra. Sonriendo el uno para el otro. Parecéis dos enamorados. Tu abuela sigue grabando y te dice ¡Valentina! Ni caso. El niño pronuncia por primera vez tu nombre: ¡Valentina, mira para la foto, mira para la foto!, intentando girarte la cabeza suavemente para que mires adonde está tu abuela grabando. Pero no hay forma: sigues mirando solo a él, sonriéndole. Y él a ti.  Entonces el niño le dice a tu abuela. ¡Está contenta! ¡Le gusta! Tu abuela le dice que sí, que estás muy contenta. Tu amiguito sigue columpiándote. Miras una vez para la abuela, feliz, sonriendo, pero enseguida vuelves a mirar al niño. Se oye la voz de un señor llamando por Lucas y tu abuela deja de grabar. Después tu abuela me dijo que Lucas, tu amiguito, volvió de nuevo y dijo que venía a despedirse de ti, y te dio besitos y tú a él. Se marchó porque vino su padre a buscarlo. Según tu abuela tendría tres o cuatro años.

    Recordé que el día anterior por la noche tu madre nos había llamado para que te viéramos por skype, como casi todas las noches, y casi no me miraste. Hoy al verte con el niño en el video me sentí celoso.

    Y me acordé de mi madre. Tu bisabuela. ¡Ay si estuviera ahí contigo, donde estabas con tu amiguito! Te diría, como le decía a sus sobrinas y como le dijo muchas veces a tu madre, su nieta, cuando era jovencita, que las mujeres no deben sonreír ni abrir la boca a ningún chico, hasta que conozcan bien las intenciones con las que viene. Valentina, tu no paraste de sonreírle a Lucas. Es verdad que no abriste la boca, pero estoy seguro que la abrirías si supieses hablar como él. Tu bisabuela se hubiera enfadado contigo lo mismo que me he enfadado yo. Ella contaba siempre que de joven, cuando pasaba mucho tiempo hablando a la puerta con algún chico que la acompañaba por la noche, después de terminar alguna fiesta de la aldea, enseguida venía su hermano mayor que la hacía entrar en casa y la reprendía, salvo cuando la acompañó el que después fue su marido, mi padre, porque sus hermanos sabían que era de fiar.

    Valentina, eres muy guapa. Hasta Lucas se dio cuenta porque se lo dijo a su padre, cuando regresó para despedirse de ti y darte besitos. Es verdad que tenía cara de ser un buen niño. Es lo que me deja más tranquilo.

    Cuando escribí en este mismo blog “El arte de enamorar a las mujeres”, decía que a las chicas les gustan los chicos más golfos. Algunas mujeres me han dicho después de leerlo que estoy equivocado. Creo que no. Me da, además, la razón un estudio reciente de unos psicólogos catalanes, basado en entrevistas, en el que se demuestra que los chicos que eran o habían sido más agresivos o pendencieros salían o habían salido con más chicas que los chicos más formales.

    Claro que conociendo tu habilidad para cautivar a las personas adultas, no me sorprendería que si apareciese otro niño, también atractivo, por tu lado izquierdo, hubieses dejado de mirar y sonreír a Lucas y hubieses mirado agradablemente también a él.

    Espero y deseo que cuando crezcas tengas en cuenta lo que te hubiera dicho tu bisabuela: ten mucho cuidado y desconfía de los chicos golfos; no los mires ni hables con ellos; nada de sonreír y abrir la boca a los chicos hasta que conozcas sus intenciones.

    Solo tienes que sonreír y abrir la boca a tus padres, abuelos, tíos y otros familiares. Y cuando encuentres alguno con buenas intenciones y que te guste, entonces ya puedes mirarlo y abrir la boca. Y después, ya no debes mirar ni abrir la boca a ningún otro. Como hice yo, después de conocer a tu abuela.     

    ¡Te quiero muchísimo, patitas!

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