Relación de los médicos con la industria farmacéutica (Impropia para los médicos y nefasta para los enfermos y para toda la sociedad)
“Si
pusiéramos estiércol en una cápsula, la venderíamos al noventa por ciento de
estos doctores” (Harry Loynd, presidente de Parke, Davis and Company,
1951-1967).
Sí, sí, digo que es nefasta para los
enfermos y para toda la sociedad. Y, por supuesto, (nos) culpo lo mismo a los médicos
que a la industria farmacéutica.
Al finalizar mi carrera de Medicina un
laboratorio (¿Parke Davis?) me regaló, lo mismo que a todos los que la finalizamos
ese año, un maletín, no de piel, pero a mí me pareció un gran maletín, porque
nunca había tenido uno. Otros laboratorios nos entregaron libros con
descripción de enfermedades y publicidad. No comprendí lo que significaba
aquello en aquel momento. No conocía la frase que muchos años después un médico
amigo me dijo: “Nada sucede por casualidad”. Y no sé cuánto tiempo pasó hasta
que entendí la finalidad de aquellos regalos.
Un año después trabajaba como médico
interno en el hospital “Camino de Santiago”
de Ponferrada, en la provincia de León. No recuerdo si me visitaban los
delegados de los laboratorios farmacéuticos en el hospital, pero no debían
visitarme cuando hacía guardias nocturnas en el ambulatorio de la ciudad. Pero
sí recuerdo el día que estaba con mis amigos, médicos y no médicos, tomando una
cerveza en una bar de Ponferrada y se acercó el camarero para decirme que
estábamos invitados por un señor que estaba también de pie en la barra, muy
cerca de nosotros. Me saludó con el brazo el señor que nos había invitado, al
que no conocía, y se acercó para decirme que me estaba enormemente agradecido
porque mis prescripciones habían acabado con las reservas existentes de uno de
los medicamentos antigripales de su laboratorio en las farmacias de Ponferrada
y pueblos cercanos. Había habido una epidemia de gripe y lo que yo había
recetado era un preparado en forma de comprimidos efervescentes, con aspirina y
vitamina C. Había seguido las recomendaciones de un gran clínico, el doctor
Masa, profesor de Clínica Médica en el último año de la carrera de Medicina que
estudié en la Universidad de Santiago de Compostela, que nos aconsejaba
acostumbrarnos a manejar siempre un único preparado comercial entre los que
tenían una misma composición farmacológica. Lo inapropiado por mi parte fue
haber aceptado la invitación y por la del delegado habernos invitado.
Después, en el Hospital Marqués de Valdecilla, donde hice mi especialidad de Neumología, no me relacioné con los delegados de la industria farmacéutica, porque el jefe del servicio no tenía relación alguna con ellos y tampoco le gustaba que visitaran a los Médicos Residentes que trabajábamos en el servicio.
A mi llegada a Orense, finalizada la especialidad de Neumología y trabajando
como staff en el Departamento de Medicina Interna, comencé a relacionarme con
los delegados de las compañías farmacéuticas. Al primer congreso que asistí
fuera de Galicia, el anual de la Sociedad Española de Neumología que se
celebraba en Valladolid, no puedo recordar si me invitó alguna compañía
farmacéutica o me lo costeé. Pero a partir de ese momento, los gastos de
inscripción y hospedaje, y a veces también los del viaje cuando se celebraban fuera
de la región, de casi todos los congresos o reuniones a las que asistía, eran
financiados por la compañía farmacéutica que me invitaba. Incluso hace años era
costumbre convidar también al acompañante.
Más adelante he organizado congresos contando
con la colaboración económica de los laboratorios farmacéuticos, además de la
prestada por organismos locales públicos y privados. Siempre me llamó la
atención que los laboratorios farmacéuticos intentaban que la ayuda económica que
prestaban fuese a cambio de que ellos eligiesen a los conferenciantes para
impartir las charlas de los temas que se trataban en el programa del congreso.
Como generalmente no solía aceptárselo, entonces, en alguna ocasión, se
pusieron en contacto ellos mismos con el conferenciante que invitaban y conocían
por otras charlas que ya había dado para la compañía, para que no se ciñera al
tema que figuraba en el programa sino para que hablara de lo que a la compañía
farmacéutica le interesaba.
Desde hace diez años aproximadamente no
tengo relación alguna con las compañías farmacéuticas y siento un gran alivio.
Además, los laboratorios farmacéuticos invitan
con frecuencia a los médicos a reuniones que ellos mismos organizan para
presentar una novedad terapéutica, muchas veces en países extranjeros, en
buenos hoteles y con exquisitos manjares. En estas reuniones es habitual que cuenten
con médicos “expertos” (renombre adquirido y basado muchas veces solo en el
interés y la publicidad de los propios laboratorios farmacéuticos) para detallar
las “excelencias” de algún medicamento que comercializa la compañía
farmacéutica a cambio de buenas retribuciones por la charla. Algunos de estos “expertos”
incluso están en nómina de las compañías farmacéuticas como consultores. Otros
“expertos” son médicos muy buenos comunicadores que actúan para diferentes
compañías farmacéuticas y que pueden convencer, a los médicos asistentes que
han sido invitados a las reuniones, hoy de una cosa y mañana de la contraria.
Claro, eso sí, a cambio de buenos pagos por los laboratorios farmacéuticos.
Si las compañías farmacéuticas invierten
tanto en marketing con los médicos es porque les revierte más de lo que han
invertido. Y no le voy a decir las cantidades que invierten porque se
asombraría. A cambio de las ayudas que dan a los médicos en forma de pago de
inscripciones, hoteles y viajes para asistir a congresos o reuniones organizadas
por ellos, los médicos tienen que oír las quejas de los delegados farmacéuticos:
“oiga, a ver si se acuerda más de recetar mi(s) productos(s)”. Y no es agradable.
En mi opinión, las invitaciones a los médicos para asistir a reuniones de las Sociedades Médicas, que se costean esencialmente con las aportaciones económicas de los laboratorios farmacéuticos, y a las organizadas por los propios laboratorios aumentan las prescripciones innecesarias o superfluas a los pacientes
(y más aún en los países como el nuestro, en los que los medicamentos son casi gratuitos
para los enfermos). No tengo duda alguna. Estoy convencido de que si esta
relación desapareciera y los médicos se financiasen ellos mismos o la empresa
para la que trabajan su formación continuada, en vez de la formación actual sesgada
a su favor que financian las compañías farmacéuticas, las prescripciones y por
tanto el gasto farmacológico disminuirían en un porcentaje importante. Este
ahorro o disminución del gasto podría ser destinado a la formación continuada,
no sesgada como la que brindan las compañías farmacéuticas, de los médicos del
sistema sanitario público.
Este incremento del gasto farmacológico por
el aumento innecesario de prescripciones repercute perversamente no solo en los
enfermos sino en el resto de la sociedad, porque es esta la que lo financia mediante
impuestos.
Las compañías farmacéuticas también sufragan
muchas de las guías de práctica clínica actuales. Casi todos los médicos
"expertos" que hacen estas guías tienen relaciones comerciales o
económicas importantes con las compañías farmacéuticas que las costean. Y esto
se sabe que influye en las recomendaciones terapéuticas de estas guías de actuación,
como se ha demostrado en las de diabetes, osteoporosis, depresión nerviosa,
enfermedad pulmonar obstructiva crónica, etcétera.
No he dicho nada de los delegados
farmacéuticos porque ellos, naturalmente, obedecen las órdenes de las empresas
para las que trabajan.
www.clinicajoaquinlamela.com
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