La educación sexual
"No hay amor sin instinto sexual. El amor usa de este instinto como de una fuerza brutal, como el bergantín usa el viento" (José Ortega y Gasset)
Me da cierto reparo hablar de esto porque
en mi infancia y juventud, al menos donde yo estuve, nadie hablaba de (la)
educación sexual. Ni en la escuela, ni en el colegio, ni en la Universidad.
Tampoco en mi casa. Por eso, a los de mi época, al menos a mí, nos cuesta hablar
o escribir de todo lo relacionado con el sexo porque es como un tema tabú,
prohibido. Pero aprovecho que estamos en verano, y en verano se permiten las
transgresiones.
Solo intentaré demostrar que la educación sexual
para los jóvenes, en mi opinión, tal como se concibió ¿y se concibe ahora? en las
escuelas y en los colegios, no es tan importante como se creyó ¿y se sigue
creyendo? Porque si realmente lo fuese, las personas que no la hemos recibido
la echaríamos de menos, y creo que los de mi tiempo, o al menos yo y algunas
otras personas que conocí y conozco, no echamos de menos que no nos hubiesen
educado sexualmente. Siempre pensé y me pareció que no era trascendental como
se quería ¿y quiere? hacer ver. Una cosa es estudiar, como hemos estudiado los
de mi época, en la asignatura de Ciencias Naturales de algún curso intermedio de
Bachillerato y después en Biología del último curso o Preuniversitario, como se
reproducen los animales (aquí creo que
puedo incluir a los humanos), y otra la educación sexual. Bueno, acepto que sea
importante, por supuesto, para que se les informe a los jóvenes de las
enfermedades de transmisión sexual. Nosotros, los de mi tiempo, nos teníamos
que informar por nuestra cuenta.
Los niños que nacimos en aldeas ya veíamos desde
muy pequeños como los animales - gatos y gatas, perros y perras, toros y vacas,
etcétera- practicaban el sexo sin que antes les hubieran dado clases de
educación sexual.
Además, viví y vi como los niños y niñas de
mi aldea, desde muy pequeños y sobre todo en verano, jugábamos entre nosotros y
aprendíamos espontáneamente a coquetear y acariciarnos. Recuerdo muy bien, y
agradablemente, la época de la recogida del trigo. Cuando se molía en las eras,
los niños llevábamos la paja en los brazos hasta los cobertizos y allí la mayor
parte aprovechaba para cortejar a las niñas entre los montones de paja y
autoeducarse sexualmente.
He vuelto a afianzarme en mi opinión hace
pocos días, cuando estuve en una pequeña finca de mi cuñado en Zamora, en la
que tiene seis caballos. Nos dijo que uno de ellos era descendiente de Imperioso, aquel caballo blanco que mostraba el famoso Alcalde
Marbella, Jesús Gil, en la televisión. Imperioso, así le sigue llamando al hijo, ahora
ya es mayor y está solo en una pequeña cuadra. En la cuadra de al lado está una
yegua joven y mi cuñado nos dice que quiere aparearlos para ver si Imperioso es
capaz de fecundarla.
Saca a la yegua de la cuadra contigua y la
acerca a la de Imperioso. Al notarla cerca, los relinchos de Imperioso se oyen
a varios kilómetros. Al acercar sus cabezas por encima de los maderos de la
cuadra y tocarse las caras ahora ya no son solo los relinchos: la yegua levanta
cada poco el rabo, contrayéndolo y enroscándolo en posición horizontal, y muestra
su vulva ingurgitada, hinchada; el pene de Imperioso, que casi no era visible
antes de acercarle la yegua, se alarga y alcanza bien los 35 o más centímetros.
Mi cuñado los lleva al picadero para acoplarlos.
Primero a la yegua, a la que ata a una de las argollas metálicas de la pared
del picadero. Luego a Imperioso. Nos comenta que el acoplamiento será difícil
porque el caballo es mucho más alto y que, además, se sostendrá mal sobre las
dos patas traseras porque tiene mucha artrosis en las rodillas. El viejo caballo
y la joven yegua están muy excitados. Imperioso roza o acaricia con su boca a
la yegua cerca de su sexo. Después de tres o cuatro intentos baldíos, haciendo
mi cuñado en cada uno de ellos de mamporrero, al final, aunque con mucha
dificultad, consigue acoplarlos.
No sé si Jesús Gil había llevado a clases
de educación sexual a Imperioso, pero mi cuñado me asegura que la joven yegua
no ha recibido clase teórica alguna.
Para demostrar que no estoy inventando nada
podía mostrar aquí la foto que me envió mi amigo, que me acompañaba en la
visita, realizada en el mismo instante que Imperioso penetraba el sexo de la
joven yegua, pero no lo hago por aquello del tema tabú que mencioné antes.
El sexo es una trampa
de la naturaleza para no extinguirse, escribió Nietzsche. Marilyn Monroe dijo que el sexo
formaba parte de la naturaleza y que ella se llevaba de maravilla con la
naturaleza.
¿Es
necesaria la educación sexual? Ahora tengo más dudas que cuando comencé a
escribir este articulito.
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