Los gallegos






“Nada resulta más atractivo en un hombre que su cortesía, su paciencia y su tolerancia” (Marco Tulio Cicerón)





   El otro día, después de ver incompleta la entrevista que le hizo Gloria Lomana en Antena 3 TV a Mariano Rajoy, presidente del gobierno español, en la que éste mostró algunas características que nos achacan y tenemos los gallegos, creí que debía escribir esto en defensa de nosotros mismos, los ciudadanos de esta bella y lluviosa región del noroeste de España.

   ¡Claro que hay diferencias en los comportamientos y formas de ser de las personas en las distintas regiones de España! Otros españoles a veces se ríen de nosotros imitando nuestra entonación al hablar en programas de radio o televisión, pero a lo que más recurren es a poner el ejemplo de cuando estamos en la escalera y nunca se sabe si subimos o bajamos. ¿Lo he dicho bien?

    E incluso algunos ciudadanos de otras regiones se creen más listos que nosotros. ¡Cuán confundidos están!

    Bueno, no todos. Porque algunos saben reconocer y admirar nuestra retranca. Un escritor catalán, sí, sí, catalán, cuyo nombre no soy capaz de recordar, comentaba en el prologo de su librito, que trataba de cómo hablar en público, una anécdota ocurrida en Galicia. Un turista de otra región española paró el coche en una carretera de un pueblo o aldea gallega para preguntarle a un paisano quien creía que iba a ganar las próximas elecciones. El aldeano, primero dudó con un gesto de los hombros y la cabeza, pero a continuación respondió: “por unha parte vostede xa vé, e por outra que quere que lle diga” (por una parte usted ya ve, y por otra que quiere que le diga). ¿Podría algún otro español haber contestado mejor para decir lo que no dijo?

    Mi madre, como este paisano, también natural de una aldea de la provincia de La Coruña, no había leído a Bertrand Russell, quien dijo, "nunca estés absolutamente seguro de nada", pero me instruyó desde muy chico en algo parecido a lo que él dijo. Me enseñó a dudar de todo. Más de una vez, cuando de pequeño la acompañaba a trabajar en el campo -yo sólo la acompañaba, la que trabajaba era ella- encontramos a otras mujeres regresando con el cesto en la cabeza lleno de patatas, que habían recogido antes, y mi madre, aun así, les preguntaba: ¿Vés das patacas? (¿Vienes de recoger patatas?). Yo le decía: ¿por qué le preguntas eso si ves las patatas en el cesto que lleva en la cabeza? Y ella me contestaba que era por decir algo y por qué, aunque llevaba el cesto con patatas encima de la cabeza podía venir de otro sitio. Si se paraban a hablar entonces sí que me maravillaba. Podían estar respondiéndose entre ellas a las preguntas de la otra con otra pregunta durante mucho tiempo. Otras veces, si encontrábamos un paisano haciendo pis en el camino, al pasar por él, ella le decía: ¿Qué, mexando? (¿Qué, meando?). Y yo volvía a decirle lo mismo: ¿No ves que estaba meando? En estos casos ella me contestaba que lo decía solamente por decir algo, no porque pensase que podía estar haciendo otra cosa.  

     Esto me recuerda lo que oí en Santiago de Compostela cuando estudiaba Medicina. Un paisano había acudido a la consulta privada del catedrático de otorrinolaringología para que le examinara la desviación de tabique nasal que tenía y conocer si podía operarle. El profesor le dijo que tenía una desviación importante y que sí se la podía corregir quirúrgicamente. El paisano le preguntó cuánto le cobraría. El profesor, también gallego, le contestó preguntándole si ya se había consultado antes con otro otorrinolaringólogo. El paisano le dijo que sí. ¿Y cuánto le cobraba por la operación?, le preguntó el catedrático.  “Bótelle” (“échele”), le contestó el paisano. La misma conversación que la de mi madre con las mujeres que se paraba en el camino.

    Y también recuerdo algunas anécdotas de mi estancia en el Centro Médico Nacional Marqués de Valdecilla de Santander, haciendo la especialidad de neumología, allá por la segunda mitad de la década de los 70 del siglo pasado. Por aquellas fechas no se hacía cirugía cardiaca en los hospitales de Galicia y los pacientes gallegos que lo necesitaban venían a operarse a Santander. Los cardiólogos siempre nos enviaban a los médicos residentes gallegos a entrevistarles. Decían que era muy difícil hacer una buena historia clínica a los pacientes gallegos, porque un día te contestaban de una forma y al día siguiente de otra distinta. En una ocasión, un niño de Lugo venía a operarse de una malformación cardiaca congénita y me tocó a mí hacer la historia clínica a la madre. Le pregunté si tenía más hijos. Ella se quedó pensando y me respondió: ¿e por qué me pregunta eso? Además, decían los médicos cardiólogos que cuando le preguntaban a un paciente aragonés si tenía dolor en el pecho este le contestaba sí o no, pero cuando se trataba de un gallego, si era de Lugo, solía contestar “ainda bo e” (aún es bueno), y si era de Orense, “chégalle ben” (le llega bien), y ellos no acababan de enterarse si les dolía y cuanto les dolía.

     Pero además de la retranca o intención maliciosa que disimula u oculta, el gallego suele ser prudente, poco echado para adelante. Prefiere tantear, analizar antes, de exponer lo que piensa o quiere decir. Un compañero médico de Lugo me llamaba de vez en cuando por teléfono para comentar conmigo algo relacionado con nuestra actividad profesional. Bueno, pues era capaz de hablar de miles de cosas antes de ir al grano y, según como me "encontrara", podía despedirse sin decir nada del motivo por el que me llamaba y volver a telefonear a los pocos días para comentar lo que no había hecho unos días antes, si me “encontraba”, esta vez, como él quería.

   Claro que un estúpido gallego es igual de estúpido que uno de cualquier otra región española.

   Me atrevo a recomendarle que vea los anuncios publicitarios de los supermercados gallegos Gadis, de distintos años, que están colgados en youtube, y muy bien hechos. Este es uno de ellos: http://www.youtube.com/watch?v=jaY8QCoPyqY.

www.clinicajoaquinlamela.com

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