Para Jaime
“Un día mi
abuelo me dijo que hay dos tipos de personas: las que trabajan, y las que
buscan el mérito. Me dijo que tratara de estar en el primer grupo: hay menos
competencia ahí” (Indira Ghandi)
Naciste, aún no hace un año. Pronto lo
cumplirás. Espero festejar tus aniversarios algunos años más. No recuerdo
cuánto te quería de aquella. Ahora sé que te quiero muchísimo, aunque lo
manifieste menos que tu otro abuelo y abuelas.
Me echan en cara que estoy muy poco
contigo, y cuando estamos juntos soy el que más te tiene en brazos, y el único
que te canta y acompaña viendo los dibujos animados de la TV.
Toda la familia dice que eres muy guapo. Yo
también lo creo, aunque es más importante que seas muy avispado. Y lo eres.
También muy majo (como dice tu abuela) y cariñoso. Y me encanta que te gusten
las canciones de Amancio Prada que te canto en gallego. También a tus primas,
Valentina y Uxía, le gustan. Y las cantan.
Nos has visitado hace poco con tus padres y
hemos disfrutado mucho contigo. Sobre todo, tu abuela que te bañaba todos los
días. A mí no me dejaban. No sé si es porque no se fiaban o porque les
molestaba que me prefirieras a mí más que al resto de la familia.
Te voy a decir algunas cosas que creo que
debes tener en cuenta.
La más importante: quiere mucho a tus
padres y a tus familias materna y paterna. Serás correspondido, porque cuentas
con unos abuelos, tíos y primos que ya te quieren mucho. Bueno, de tus padres
no digo nada, porque ya lo sabes. No sé si algún niño tendrá unos padres ―me
refiero a tu padre y a tu madre― más maravillosos que los tuyos (bueno, los de
tus primas son igual de maravillosos).
También es importante que estudies mucho
desde que empieces en la escuela o colegio. Estudiar mucho es lo más importante
en este momento que me estás leyendo. Después, trabajar mucho. Ojalá puedas
hacerlo en lo que te guste. Eso también es trascendental, aunque alguien dijo
que es más importante querer lo que uno hace que hacer lo que uno quiere. Esto
se lo decía a tu padre y a tus tíos. Ellos no estaban de acuerdo. No me creían
cuando les decía que a un trabajador que limpia las calles puede gustarle lo
que hace. Puedes creerme. Conocí médicos a los que no les gustaba lo que hacían
y a limpiadoras del hospital que hacían su trabajo mejor y lo disfrutaban más
que algunos médicos el suyo.
Sé buena persona. Lo serás porque tus
padres y toda tu familia lo son. Además, un buen profesional tiene que ser
buena persona, y tú serás un buen profesional.
Cuando estés hablando a alguien, no dejes
de mirarle a los ojos. Sonríe mucho. Si alguien dice algo que te irrita, cuenta
hasta cien antes de contestarle. Sé amable con todos, sociable con muchos,
íntimo con pocos, amigo de uno, y enemigo de nadie, escribió Benjamin Franklin.
Toma
decisiones sobre cosas importantes después de meditarlas despacio. Nunca lo
hagas sin haberlas pensado bien antes, durante el tiempo que precises. He dicho
de las cosas importantes, porque algunos de tu familia (no digo quienes porque
se enfadarían) también meditan mucho las que no tienen importancia. Esto vale
también para la elección de la persona con la que vayas a compartir tu vida.
Sé que me olvido de otras cosas también
importantes, pero te las contaré otro día.
Estoy muy contento porque vas a mantener el
apellido Lamela en tu descendencia. Me gusta. También le gustaría a mi padre,
tu bisabuelo.
Y termino como empecé. Hace unos días por
la noche, recién llegados tus padres (ya entiendes, tu padre y tu madre) y tú a
Madrid, procedentes de la casa de tus otros abuelos, tu padre nos envió una
foto de tu espalda con unas ronchitas, unas más recientes y otras menos. Te
escribo esto cuando estamos en la segunda oleada de la pandemia de coronavirus
(cuando leas esto espero que ya haya pasado) y comencé a preguntarle a tu padre
con quiénes habías estado. Le extrañó mi pregunta y me dijo que con mucha
gente. Sin meditarlo despacio, ya que lo primero que hacían pensar era en
picaduras de mosquitos en distintos momentos, llamé casi a las once de la noche
a un dermatólogo amigo para enseñarle tus ronchas de la espalda. Tu abuela, tu
padre y tus tíos me dicen a veces que no quiero a nadie, que solo me quiero a
mí. Bueno, tal vez esto que acabo de contarte demuestre que están equivocados.
¿No te parece? El cariño no se puede medir, solo se puede demostrar.
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