“La desconfianza es madre de la seguridad” (Aristófanes) Los gallegos tenemos fama de ser muy desconfiados y de contestar a una pregunta con otra o más preguntas Y eso, ¿es malo o es bueno? Depende. Es bueno ser desconfiado de lo que no tienes que confiar y no tan bueno serlo cuando debes confiar. Pero, ¿cuándo sabes en lo que debes o puedes confiar? Aunque tal vez tenga razón Indira Gandhi, al decir que la desconfianza es una señal de debilidad, me parece más cierto y convincente lo que dijo Aristófanes. También dijo Rosalía de Castro, escritora gallega, que la desconfianza nace de la ignorancia. Yo debo ser muy ignorante. Y también lo podía ser la madre gallega, de Lugo, que traía a su hijo pequeño, en la década de los 70 del pasado siglo, al Hospital de Valdecilla de Santander para operarlo de una cardiopatía congénita y tuve que entrevistarla -siempre que venían paisanos de Galicia a Cirugía Cardíaca de este hospital, nos enviaba...
«Los médicos no son sirvientes de sus pacientes. Son comerciantes como todos en una sociedad libre, y deberían estar orgullosos de su título porque los servicios que ofrecen son de crucial importancia» (Ayn Rand) John Dean escribió en una opinión personal en BMJ (1) que el ejercicio privado de la medicina es poco ético y que los médicos deberían abandonarlo. He trabajado en la medicina pública nacional durante 39 años y 31 años en medicina pública y privada, y discrepo de estas opiniones (y ahora, en abril de 2025, sigo trabajando solo en la medicina privada). En España, en la década de 1980 se introdujo la dedicación exclusiva en los hospitales públicos. Los médicos que la aceptaron, con el mismo nivel de trabajo, obtuvieron mejores salarios. La razón fundamental, expuesta por el entonces ministro de Sanidad, fue que los médicos con contratos exclusivos dedicaban su tiempo libre por la tarde a estudiar los problemas de sus pacientes; sin embargo, quienes trabajaban en la m...
“No es la mejor manera de tratar a los enfermos que un médico ignorante acumule remedios sobre remedios” (Erasmo de Rotterdam) “Hola don Juan, buenas tardes. Vengo a verle para que me recete unas vitaminas para abrirle el apetito a mi hijo pequeño. Hoy al mediodía no ha querido comer nada”. Esto sucedía en el verano de 1973. Don Juan era el médico de El Viso (Carnota, La Coruña), uno de los mejores médicos, sino el mejor, que he conocido. Don Juan le contestó a aquella madre: “No te preocupes Manuela, a tu hijo no le hacen falta vitaminas; hoy a la cena le pones la misma comida y si tampoco la quiere se la vuelves a poner mañana al almuerzo, y si no la come lo traes a la consulta por la tarde”. La madre no vino con su hijo al día siguiente. Nunca prescribía medicamentos para complacer a los enfermos o familiares. Y tampoco los prescribía cuando creía que eran innecesarios, o mayor el riesgo que el beneficio. Siempre que acudía un paciente sano...
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