Las mujeres y la (sin)razón
Tuve problemas para titular lo que quería
escribir, después de haber estado hace unos días en la boda de la hija de unos
amigos. Y, aunque esté mal encabezado ortográficamente, me pareció bien
titularlo así.
Su hija, una joven preciosa, se casaba con
un joven también apuesto. Después de la ceremonia religiosa, en el recinto de
una bella iglesia, se celebró el convite en un hermosísimo monasterio de
Orense. Me llamó la atención ver, a los ya marido y mujer, como al levantarse y
caminar a las distintas mesas de convidados para compartir su alegría con
ellos, era ella, con su elegante caminar, quien iba siempre delante marcando
los desplazamientos de una mesa a otra. El ya marido la seguía, encantado,
detrás. Y pensé que era una demostración de lo que a él le esperaba, lo mismo
que nos pasó a los demás.
Un poco antes, había ratificado lo acertado
de mi reflexión. Habíamos quedado con otros amigos, mi mujer y yo (un inglés
diría, yo y mi mujer), que también habían sido invitados a la boda, para que nos
llevaran en su coche a la iglesia donde se celebraba la ceremonia. Me extrañó
que mi mujer estuviese lista a la hora en que habíamos quedado con ellos. Llegaron
un poco tarde porque la mujer del amigo se retrasó por haberse olvidado de
algo. Siempre se olvidan de algo en el último momento para que los hombres
tengamos que esperar y retrasarnos por su culpa. Lo hacen adrede para decir
quién manda.
Viajábamos en el coche hacia la ermita. En
algunos cruces o rotondas, cuando había dudas por donde ir, la señora de mi
amigo siempre opinaba, antes que él, que vía debía coger, aunque no tuviese
seguridad alguna. Me di cuenta que también en eso se parecía a la mía. Incluso
en lo que viene a continuación. Si no es la vía por la que dicen y te equivocas
por haberle hecho caso, esta es siempre su respuesta: “yo no te dije que fueses
por aquí, fuiste tú quien la cogió”.
Estos son unos ejemplos. Podría poner
muchos más. Y esto no sucede por casualidad. Cada vez tengo menos dudas de que
es para decirnos que mandan ellas.
Hace poco contratamos a unos albañiles del
pueblo para remozar la casa que me dejaron en herencia mis padres. Al principio
opiné sobre cómo reformarla y no llegaba a acuerdos con mi mujer. Un gran
amigo, que suele dar buenos consejos, me dijo que le hiciera caso a mi mujer,
que hiciésemos las reformas como ella quisiese, porque al final, de un modo u
otro, se saldría con la suya. Le hice caso, la obra va sobre ruedas, y como ella
quiere.
A Chiquito de la Calzada le preguntaban en
una entrevista en TV acerca del secreto de su duradero matrimonio. Respondió:
cada vez que mi mujer me riñe o llama la atención por estar en desacuerdo
conmigo en cualquier cosa, me callo, no respondo, no digo nada.
Eva fue hecha de la costilla de Adán. Por
eso las mujeres son duras y obstinadas. Habría hecho mejor Dios haciendo a Eva
de un trozo de la piel de Adán. Serían más blandas. No sé si nos iría mejor…
No soy misógino. Me encanta la belleza de
las mujeres, su femineidad y coquetería, y muchas otras cualidades que poseen,
pero me gustaría que mandasen menos. Ni puedo decir, en broma, que me encantó
ver como en Estambul los señores iban delante y sus tres o más mujeres los
seguían, detrás…
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