Relación de los médicos con la industria farmacéutica
(Conferencia pronunciada el 4 de marzo 2016 en Porto, Portugal)
“Uno no puede esperar decir
la verdad. Solo puede explicar cómo llegó a profesar tal o cual opinión”
(Virginia Wolf)
Al finalizar la carrera de Medicina en
1973 un laboratorio o compañía farmacéutica (¿Parke Davis?) me regaló, lo mismo
que a todos los demás, un maletín, que, aunque no era de piel, a mí me pareció
un gran maletín porque nunca había tenido uno. Dentro del maletín había pequeños
libritos o panfletos con descripción de enfermedades y los medicamentos que
debían prescribirse para tratarlas, los que comercializaba ese laboratorio, por
supuesto. En aquel momento no comprendí el significado de aquello. Lo entendí
muchos años después, incluso antes de que un médico amigo me dijera que nada
sucede por casualidad.
Un año después trabajaba como médico
interno en el hospital “Camino de Santiago”
de Ponferrada, en la provincia de León. No recuerdo si me visitaban los
delegados de los laboratorios farmacéuticos en el hospital, pero no debían
hacerlo cuando hacía guardias nocturnas en el ambulatorio de la ciudad. Pero sí
recuerdo el día que estaba con unos amigos, médicos y no médicos, tomando una
cerveza en una bar de Ponferrada y se acercó el camarero para decirme que
estábamos invitados por un señor que estaba también de pie en la barra, muy
cerca de nosotros. El señor que nos había invitado me saludó con el brazo y se
acercó para decirme que estaba enormemente agradecido porque mis prescripciones
habían acabado con las reservas existentes de uno de los medicamentos
antigripales de su laboratorio en las farmacias de Ponferrada y pueblos
cercanos. Había habido una epidemia de gripe y lo que había recetado eran unos comprimidos
efervescentes, con aspirina y vitamina C. Había seguido las recomendaciones de
un gran clínico, el doctor Masa, profesor de Clínica Médica en el último año de
la carrera de Medicina que estudié en la Universidad de Santiago de Compostela,
que nos aconsejaba acostumbrarnos a manejar siempre un único preparado
comercial entre los que tenían una misma composición farmacológica.
Después, en el Hospital Marqués de
Valdecilla de Santander, donde hice mi especialidad de Neumología, no me
relacioné con los delegados de la industria farmacéutica porque el jefe del
servicio no tenía relación alguna con ellos y tampoco le gustaba que visitaran
a los médicos residentes que trabajábamos en el servicio.
A mi llegada a Orense, finalizada la especialidad de neumología y
trabajando como staff en el Departamento de Medicina Interna, comencé a
relacionarme con los delegados de las compañías farmacéuticas. Al primer
congreso que asistí fuera de Galicia, la reunión anual de la Sociedad Española
de Neumología que se celebraba en Valladolid, no puedo recordar si me invitó
alguna compañía farmacéutica o me lo costeé. Pero a partir de ese momento, los
gastos de inscripción y hospedaje, y a veces también los del viaje cuando se
celebraban fuera de la región, de todos o casi todos los congresos o reuniones
a las que asistía, eran financiados por la compañía farmacéutica que me
invitaba. Incluso hace años era costumbre convidar también al acompañante.
Más adelante he organizado congresos
contando con la colaboración económica de laboratorios farmacéuticos, además de
la prestada por organismos locales públicos y privados. Siempre me llamó la
atención que los delegados de los laboratorios farmacéuticos intentaban que la
ayuda económica que prestaban fuese a cambio de que ellos eligiesen a los
conferenciantes para impartir las charlas de los temas que se trataban en el congreso.
Como generalmente no solía aceptárselo, entonces, en alguna ocasión, se
pusieron ellos mismos en contacto con el conferenciante que invitaban y ya conocían
para que no se ciñera al tema que figuraba en el programa sino para que hablara
de lo que a la compañía farmacéutica le interesaba.
Desde hace más de diez años no tengo
relación alguna con las compañías farmacéuticas, y, aunque ahora tengo que
costearme los congresos a los que asisto, siento gran alivio.
En mi opinión, fraguada después de treinta
años de relación con la industria farmacéutica y más de diez sin relación
alguna, los médicos hemos ido cayendo en manos de las compañías farmacéuticas;
casi me atrevo a decir que estamos haciendo de intermediarios entre ellas y los
pacientes.
Expondré a continuación por qué hemos
caído en sus manos, cuál puede ser el futuro si seguimos así, y que es lo que
deberíamos hacer para no seguir en sus manos.
¿Por qué hemos caído en sus manos? Tres
son, en mi opinión, las razones principales: el marketing agresivo de las
compañías farmacéuticas, la pérdida de poder adquisitivo de los médicos y
nuestra deshonestidad.
Marketing agresivo de las compañías farmacéuticas – Analizaré
varios aspectos relacionados con esta aseveración.
Uno, tal vez el más importante para las
compañías farmacéuticas, es el papel de los visitadores médicos. Ellos trabajan
para estas empresas privadas y se ganan el sueldo haciendo lo que les indican
sus jefes. Este mensaje del Gerente Regional de Novo Nordisk, publicado en New
York Times el 28 de enero de 2006, puede resumir fenomenalmente las
instrucciones que les dan: “El objetivo es conseguir cincuenta o más recetas a
la semana de cada zona [...]. Y si no llegáis a ese número tendréis que
preguntaros si esa relación de confianza que decís tener con los médicos es
realmente tan buena. ¡Hacedlos responsables de todo el tiempo invertido, de las
muestras, de las comidas y cenas y de los eventos que les habéis proporcionado
y cerrad el trato! ¡Está en vuestras manos! O este otro, extraído del artículo
"The Neurontin Legacy – marketing through misinformation and
manipulation", publicado en New
England Journal of Medicine en 2009: “Las cenas, los cursos de formación
continuada y las reuniones de asesoramiento funcionan, pero no debemos olvidarnos
del contacto directo con los médicos. Es el elemento clave, debemos estar
dándoles la mano y susurrándoles en la oreja que receten Neurontin para los
dolores, Neurontin para el tratamiento con monoterapia, Neurontin para tratar el
trastorno bipolar, ¡Neurontin para todo! Y no quiero oír una palabra sobre esta
mierda de seguridad”. Aunque ya fue hace mucho más años, Henry Loynd,
presidente de Parke, Davis and Company desde 1951 a 1967, les dijo en una
ocasión a su sus visitadores médicos: “Si pusiéramos estiércol en una cápsula,
la venderíamos al 90% de estos doctores”.
Además, los laboratorios farmacéuticos
invitan a los médicos a reuniones que ellos mismos organizan para presentar una
novedad terapéutica, muchas veces en países extranjeros, en buenos hoteles y
con exquisitos manjares. En estas reuniones es habitual que cuenten con médicos
“expertos” o “líderes de opinión” -renombre adquirido y basado muchas veces
solo en el interés y la publicidad de los propios laboratorios farmacéuticos-
para detallar las “excelencias” de algún o algunos medicamentos que
comercializa la compañía farmacéutica organizadora del evento. Algunos de estos
“líderes de opinión” están en nómina de las compañías farmacéuticas como
consultores. Otros son médicos muy buenos comunicadores que actúan para
diferentes compañías farmacéuticas y que pueden convencer, a los médicos
asistentes que han sido invitados a las reuniones, hoy de una cosa y mañana de
la contraria. Claro, eso sí, todos lo hacen a cambio de buenas retribuciones.
Estos “líderes de opinión” no hacen ascos
a presentar el material que les proporciona la compañía farmacéutica para
impartir la charla. Y participan en las Guías de Práctica Clínica, que son
informes o recomendaciones elaboradas de forma sistemática para asistir a los
médicos y a los pacientes en la toma de decisiones sobre los cuidados de salud
más apropiados para circunstancias clínicas específicas. Las compañías
farmacéuticas también sufragan muchas de las guías de práctica clínica. Casi
todos los médicos "expertos" que hacen estas guías tienen relaciones
comerciales o económicas importantes con las compañías farmacéuticas que las
costean. Y esto se sabe que influye en las recomendaciones terapéuticas de
estas guías de actuación o directrices, como se ha demostrado en las de
diabetes, osteoporosis, depresión nerviosa, enfermedad pulmonar obstructiva
crónica, etcétera.
Le pondré un ejemplo, la utilización de corticoides
inhalados en la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) tabáquica. El
único efecto beneficioso, según el resultado de los ensayos clínicos
subvencionados por la industria farmacéutica, fue que en algunos pacientes con
EPOC avanzada estos fármacos disminuyen las agudizaciones. Pero estos mismos
resultados se han conseguido con otros fármacos, como acetilcisteína,
broncodilatadores, etcétera, en ensayos clínicos también sufragados por las
compañías farmacéuticas que producían los fármacos, que son más baratos y con
menos efectos secundarios. Bueno, pues en las guías de práctica clínica se han
recomendado los corticoides inhalados como primera elección para disminuir las
agudizaciones.
Últimamente, los "expertos" y
muchos otros médicos hablan también de las bondades del diagnóstico precoz para
convencer a los demás médicos. Las compañías se gastan en este aspecto mucho
dinero con la única finalidad de que se diagnostiquen más enfermos y se les
trate, aunque el tratamiento en estas etapas no haya demostrado ser beneficioso.
La EPOC, causada por fumar cigarrillos, ocasiona una gran morbilidad y
morbilidad. La única forma de detener la evolución inexorable de la misma es
cesar de fumar cigarrillos. Si el objetivo de las compañías farmacéuticas en
diagnosticar esta enfermedad precozmente fuese para que los pacientes dejasen
de fumar sería fenomenal, pero estoy convencido que su único objetivo es que
los médicos traten a estos pacientes con fármacos, aunque no se haya demostrado
beneficio alguno del tratamiento en las etapas iniciales de esta enfermedad y
muy escaso o ninguno en las fases más avanzadas. Lo mismo está sucediendo con
el hipotiroidismo. Las compañías farmacéuticas están subvencionando en algunos
países en vías de desarrollo el diagnóstico precoz para tratar a los pacientes
con levotiroxina, aunque no se ha demostrado beneficio del tratamiento en el
hipotiroidismo subclínico, es decir, en el hipotiroidismo sin síntomas.
Las compañías farmacéuticas también
influyen en la elección de conferenciantes para participar en los congresos
oficiales de las sociedades médicas, ya que son las compañías farmacéuticas las
que contribuyen a sufragar la mayor parte de los gastos de estos congresos.
Si las compañías farmacéuticas invierten
tanto en marketing con los médicos es porque les revierte más de lo que han
invertido. No le voy a poner muchos ejemplos de las cantidades que invierten
porque se asombraría. Solo este: en 2014 la industria farmacéutica pagó 6.5
billones de dólares a los hospitales y médicos americanos. Invierten el doble
en comercialización y publicidad que en investigación y desarrollo de un nuevo
fármaco.
En nuestro país, a cambio de las ayudas
que dan a los médicos en forma de pago de inscripciones, hoteles y viajes para
asistir a congresos o reuniones organizadas por ellos, los médicos tienen que
oír después las quejas de los delegados farmacéuticos: “oiga, a ver si se
acuerda más de recetar mi(s) productos(s)”. Y no es agradable.
En mi opinión, las invitaciones a los
médicos aumentan las prescripciones innecesarias o superfluas a los pacientes
(y más aún en los países como el nuestro, en los que los medicamentos son casi
gratuitos para los enfermos). No tengo duda alguna. Estoy convencido de que si
esta relación desapareciera y los médicos se financiasen ellos mismos o la
empresa para la que trabajan su formación continuada, en vez de la formación
actual sesgada a su favor que financian las compañías farmacéuticas, las
prescripciones y por tanto el gasto farmacológico disminuirían en un porcentaje
importante. Este ahorro o disminución del gasto podría ser destinado a la
formación continuada, no sesgada como la que brindan las compañías
farmacéuticas, de los médicos del sistema sanitario público.
Este incremento del gasto farmacológico
por el aumento innecesario de prescripciones repercute perversamente no solo en
los enfermos sino en el resto de los ciudadanos, porque son estos los que lo
financian mediante impuestos.
Las compañías farmacéuticas le
dan también una gran importancia a los cursos de formación médica continuada,
dicen que “son lo que mueve el mercado”. Estos cursos, sufragados por las
compañías farmacéuticas, están organizados por las sociedades médicas y se
destinan sobre todo a los médicos en formación. Aquí también influyen las
compañías farmacéuticas en la elección de los profesores o conferenciantes para
impartir los cursos. De nuevo, los elegidos son “expertos” muy bien
relacionados con ellas, y las charlas, por supuesto, serán sesgadas a su favor.
En la subvención de los cursos de formación continuada también suelen
participar empresas que fabrican productos no farmacológicos para tratar
ciertas enfermedades, y, a cambio, sus productos serán los recomendados por los
profesores.
Los laboratorios farmacéuticos también subvencionan
a las Sociedades Médicas. La organización de congresos y las publicaciones
periódicas y extraordinarias de estas sociedades son sufragadas por ellos. En las web de las sociedades médicas de nuestro país figuran
como principales patronos los laboratorios farmacéuticos. Estos conceden una
gran cantidad de dinero para la organización de congresos, reuniones y cursos
de formación con conferenciantes elegidos por ellos, pagos por conferencias de
los miembros de las juntas directivas, becas, etcétera. Si no fuese así
tendrían que cerrarse la mayor parte de estas sociedades ya que sería imposible
mantenerlas solo con las cuotas de los socios.
Los números ordinarios y extraordinarios de
las revistas o publicaciones oficiales de las sociedades médicas son
financiados por las compañías farmacéuticas. Pero también presionan a revistas
de fama mundial para que publiquen ensayos sufragados por ellas, dándoles
después grandes cantidades de dinero por miles de copias o separatas del
artículo publicado que luego entregan a los médicos.
Y financian
también las asociaciones de enfermos; esta financiación contribuye a que los
pacientes presionen a los gobiernos para que aprueben medicamentos de dudosa
utilidad o beneficio.
Pérdida
de poder adquisitivo del médico - La pérdida de poder adquisitivo del médico en nuestro país en las últimas
décadas también ha contribuido a que los médicos hayamos caído en manos de las
compañías farmacéuticas.
Esta
pérdida de poder adquisitivo de los médicos probablemente se haya debido a
múltiples causas. Los médicos dejamos de ser profesionales liberales cuando los
políticos nos convirtieron en funcionarios. Ayn Rand, escritora y filósofa rusa
afincada en EEUU, dijo que los médicos no son sirvientes de sus pacientes sino
comerciantes, como todos los habitantes de una sociedad libre, y deberían
enorgullecerse de serlo, porque los servicios que ofrecen son de una importancia
crucial.
Dejando aparte a los políticos y a una parte de la
opinión pública interesados en desprestigiarnos, nosotros, los médicos, hemos
tenido mucho que ver en esto. Los médicos hemos estado y seguimos estando
totalmente desunidos. Los políticos, que son quienes gobiernan la sanidad
pública, se han encargado de desunirnos y lo han conseguido. Con la
exclusividad han logrado que se haya creado esta desunión, ya que los médicos
que no gozaban de ella e iban a trabajar a su consulta u a otro hospital por la
tarde veían que por el mismo horario de trabajo cobraban una cantidad menor que
los que al salir del hospital iban a jugar al golf. Esta desunión llevaba a que
las protestas por los salarios no fuesen efectivas ya que los intereses eran
distintos.
En la sanidad pública se recompensa igual a
los buenos médicos que a los malos, a veces incluso peor. No hay competitividad
entre los médicos y los cargos de jefes de los servicios médicos y quirúrgicos
son dados por los directores gerentes, nombrados por los políticos, la mayor
parte de las veces, solo atendiendo a preferencias personales o afinidades
políticas. Esto crea malestar en los médicos competentes y, unido a la pérdida
de poder adquisitivo de los salarios, anima a algunos a buscar “amparo” en las
compañías farmacéuticas.
En la pérdida de poder adquisitivo de los
médicos también han contribuidos las compañías de salud privada. Ellas sacan
grandes beneficios a cuenta de pagar honorarios miserables a los médicos por
las consultas de sus asociados.
Deshonestidad
de los médicos - Los médicos
somos igual de deshonestos que los demás. Ya lo decía George Bernard Shaw en su
libro “The doctor´s dilema” (1911):
“Hay otra dificultad para confiar en el honor y conciencia de un médico. Los
médicos son iguales a los otros hombres; la mayor parte de ellos no tienen
honor ni conciencia: lo que ellos generalmente confunden con el honor y
conciencia es el sentimentalismo y un intenso miedo para hacer algo que los
demás no hacen, u omitir algo que los demás hacen”. Hoy parece excesivo lo de
“la mayor parte de ellos”.
Los médicos nos hemos olvidado de alguna de
las 4 H que debe tener todo buen médico, según William Osler: honestidad, humanidad, humildad y humor.
El
futuro, si seguimos así - Si seguimos así, comparto lo escrito por
Richard Smith, médico y exdirector de la prestigiosa revista British Medical
Journal, en el prólogo del libro "Medicamentos que matan y crimen
organizado. Cómo las grandes compañías farmacéuticas han corrompido el sistema
de salud", de Peter C. Gotzsche: "los médicos acabarán cayendo en
desgracia ante la opinión pública, como ya ha ocurrido con periodistas,
diputados y banqueros, por no haber sido capaces de ver hasta qué punto han
aceptado la corrupción". Añadiría también a los jueces, hablando de
nuestro país.
Y también comparto lo que dice Ben Goldacre
en “Mala Farma”: “aunque un médico
honrado pueda no hacer caso del fraude de ese acoso comercial, los problemas
causados por la evidencia tergiversada afectan a todo el mundo sin excepción”.
Qué debemos hacer los médicos para salir de
las manos de las compañías farmacéuticas – Lo primero, para desasirnos
de las compañías farmacéuticas, no recibir a los visitadores médicos
individualmente. Estos podrían comentar, puntualmente, sus novedades
farmacológicas a grupos de médicos en los hospitales o en los centros de
atención médica extrahospitalaria. Y no aceptar sus invitaciones para asistir a
congresos o a reuniones organizadas por su laboratorio o compañía farmacéutica.
Mejor dicho, esto deberían prohibírselo los gobiernos a las compañías
farmacéuticas. Pero ya se sabe: las compañías farmacéuticas no solo corrompen a
los médicos, también corrompen a directores de hospitales, ministros de sanidad
y gobiernos.
Además, la formación continuada del médico
debería hacerse por cuenta de la empresa donde trabaja o ser costeada por el
propio médico.
También deberíamos dejar de pertenecer a
Sociedades Médicas que se financien con las compañías farmacéuticas. Y tampoco aceptar
subscripciones a revistas o libros pagados por los laboratorios farmacéuticos.
Y no subscribirse a revistas médicas
financiadas, a través de la publicidad y otras cosas, por las empresas
farmacéuticas ni relacionarnos con organizaciones de pacientes que dependan o
estén en manos de las compañías farmacéuticas.
Todos los médicos deberíamos contribuir a
cambiar esta relación -impropia para los médicos, nefasta para los enfermos y
contraproducente para los ciudadanos- con las compañías farmacéuticas, aunque
solo lo hiciéramos por los futuros médicos.
Hemos intentado explicar porque es impropia
para los médicos. También hemos dicho por lo que es impropia para los enfermos.
Las compañías farmacéuticas lo consiguen a través de sus “médicos expertos”,
creados por ellas y muchos de ellos en nómina, cambiando la normalidad, por
ejemplo, de la presión arterial -descendiendo las cifras normales previas de
160/100 a 140/90 y ahora ya intentan que se trate la presión arterial a partir
de 120/80-, del colesterol, de la glucosa, etcétera, y favoreciendo el
diagnóstico precoz de enfermedades que aún no lo son porque no han causado
síntomas a los pacientes, como en el caso de la enfermedad pulmonar obstructiva
crónica e hipotiroidismo subclínicos, sin síntomas, o haciendo que
anormalidades que ocurren con la edad se consideren enfermedades, como en el
caso de la osteoporosis.
Con la ayuda de estos “médicos expertos”,
las compañías farmacéuticas aspiran a que todos los ciudadanos nos convirtamos
en enfermos, mejor dicho, lograr que todos los ciudadanos tomemos alguna clase
de pastillas. Es raro, en nuestro país, encontrar a personas sanas por encima
de los 70 que no estén tomando algún fármaco, ya sea aspirina, omeprazol,
estatinas para disminuir el colesterol, comprimidos para la osteoporosis o incluso
algún medicamento inhalado para respirar mejor… Y esto afecta a todos los
ciudadanos, porque tienen que contribuir mediante los impuestos al gasto
descomunal, absurdo, injustificado, en medicamentos.
Peter C. Gotzche, autor del libro “Medicamentos que matan y crimen organizado. Cómo las
grandes farmacéuticas han corrompido el sistema de salud” (Mejor libro del año
2013 por la British Medical Association), en una entrevista publicada en
elconfidencial.com lo decía de otra forma: “Las organizaciones de pacientes y de médicos (Sociedades Médicas) no
deberían aceptar dinero de la industria farmacéutica. Deberían preguntarse si
les parece éticamente aceptable recibir dinero que ha sido ganado en parte por
crímenes que han dañado e incluso matado a muchos pacientes. Y los médicos
tienen que negarse a recibir a los visitadores médicos porque esto conduce a la
prescripción irracional y un gran daño, incluyendo muertes innecesarias”.
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Muy bueno. Toda una verdad desgraciadamente.
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