Lo de Grecia y otras cosas

“Es mejor acostarse sin cenar que levantarse con deudas” (Benjamin Franklin)
Aunque ya son muy pocas cosas las que me
sorprenden, tengo que reconocer que el tira y afloja de estos últimos meses
entre Grecia y el resto de los países de Unión Europea (UE) lo ha hecho.
Solo estuve una vez en Atenas, una noche de
paso hacia Estambul por una avería del avión que nos llevaba, y la opinión
sobre los griegos, por la atención recibida en el hotel donde me hospedé, no es
muy buena. En estos meses, lo mismo que usted probablemente, me enteré, mal o
bien, por la prensa, radio y TV de lo que estaba sucediendo en Grecia con su
negociación con la UE.
Pero lo que más me ha llamado la atención
de este embrollo son las noticias y los análisis de los periodistas, comentaristas
e informadores de los periódicos, televisiones y radios españoles. Me pareció que
analizaban y analizan la crisis griega según la simpatía previa de los mismos
hacia los partidos de izquierdas o de derechas.
A los simpatizantes de las izquierdas
se les oía y oye decir, y repetir cada vez que abren la boca o escriben, que la
UE ha tratado muy mal a Grecia, que es imposible que los griegos puedan pagar
la deuda, y que no entienden como se les han puesto condiciones tan duras y no
se les haya perdonado al menos una parte de lo mucho que deben.
A los simpatizantes de las derechas se les
oye decir que la UE perdió la confianza en los políticos griegos y que estas
condiciones son aceptables, pues se les han dado muchas facilidades para el pago
de lo que deben, aunque, lógicamente, se les va a supervisar para que cumplan
las condiciones establecidas.
Cada vez que menciono derechas e izquierdas
recuerdo lo que decía Ortega y Gasset: "un tonto de derechas es igual que
un tonto de izquierdas".
Desde que era muy joven oía decir a mis
padres y a la gente de mi aldea que no era bueno endeudarse, pero que si lo
hacías tenías que ser serio y pagar lo que debías, cumplir con los compromisos
adquiridos. El asunto es que si nos endeudamos con el banco tenemos que pagar todo
lo que hemos pedido y con intereses, según las condiciones establecidas en el
momento de la solicitud del préstamo, y si no lo hacemos el banco se queda con
lo que habíamos puesto como garantía. El dinero que nos presta el banco es el
dinero de otros clientes.
Los políticos que gobiernan aquí y en el
resto de Europa se endeudan y quienes tenemos que pagar las deudas que ellos
contraen somos nosotros, los ciudadanos. Y el dinero que presta la UE a alguno
de los países que la integran es de los ciudadanos de los otros países. Muchas
de las enormes deudas son contraídas solo por su conveniencia (la de los
políticos). Dos ejemplos: los regidores de los ayuntamientos pueden endeudarse
para hacer fiestas populares de verano y poner la ciudad bonita con el único
fin de ganar las próximas elecciones municipales y mantenerse en el gobierno
del municipio; los gobernantes de las comunidades autonómicas o del estado
pueden endeudarse para aumentar el gasto social, o “bienestar público” como les
gusta llamar, con vistas a ganar las venideras elecciones. Y quienes tenemos
que pagar las deudas somos los ciudadanos, los que trabajamos. Los políticos se
encargan de sacarnos el dinero con los impuestos que manipulan a su antojo.
No se debe gastar más de lo que se tiene o
se puede pagar, pero los políticos se endeudan alegremente porque no son ellos
sino los ciudadanos los que tenemos que pagar “sus” deudas, a veces enormes y contraídas
alegremente, con gastos suntuosos y sin pies ni cabeza. Al presidente de
Castilla La Mancha, o el Ministro de Fomento, o quien fuese el que aceptó el
gasto de 450 millones de euros -parte de estos se pudieron quedar en algunos
bolsillos- en el aeropuerto de Ciudad Real y que ahora se ha vendido a los
chinos por 10.000 €, no se le van a exigir responsabilidades y que los abone,
sino que, como siempre, esa enorme cantidad derrochada tontamente saldrá de
nuestros bolsillos. Y tampoco a los políticos que iniciaron y continuaron el
derroche de dinero en la Ciudad de la Cultura de Galicia.
Aunque entiendo muy poco de todo y menos aún de política, me siento
obligado a escribir lo que he pensado y pienso sobre este barullo que ha
montado el primer ministro griego elegido hace pocos meses.
Este nuevo gobierno griego prometió cosas
que probablemente sabía que no podría cumplir cuando predicaba -una cosa es
predicar y otra dar trigo- para ganar las elecciones. Después se encontró que
no tenía dinero para llevar a cabo todo lo que había prometido y, además, sabía
que estaba endeudado con la UE y tendría que endeudarse más. Lógicamente,
quienes ponen las condiciones del préstamo son los que dejan el dinero.
Creo que el actual primer ministro griego y
quienes le defienden en el enredo que creó con la UE saben que quiénes mandan
en el mundo son los que tienen el dinero. Y creo que debe ser así realmente. Si
mandaran los que no lo tienen probablemente se lo sacarían a los que lo tienen para
quedárselo y/o para mal repartirlo entre los que nunca han trabajado, para
seguir gobernando en el país, que es lo que hacen o desearían hacer muchos mandamases
populistas.
Por eso los grandes emprendedores de Silicon
Valley quieren reinventar la política para aquella zona de California, porque
están hasta las narices de los políticos de Washington.
Estoy leyendo “La Rebelión de Atlas”,
escrita por Ayn Rand, una novelista y filósofa rusa nacionalizada en EEUU, un
best-seller del siglo pasado en Norteamérica, que influyó bastante para cambiar
la mentalidad de los ciudadanos americanos. En la novela muestra como el mundo
es impulsado por los creadores y como los parásitos mentales viven de ellos. Y
parte de una premisa fantástica: que los principales impulsores entren en
huelga. Muestra en su novela cuán desesperadamente el mundo necesita de sus
principales impulsores y cuán depravadamente los trata. Y lo hace a través de
una situación hipotética: que le pasaría al mundo sin ellos. Los políticos y
otros parásitos mentales van acabando con todos los impulsores y empresarios de
éxito, obtenido con gran esfuerzo, para que no haya diferencias entre unos y
otros, y lograr el “bienestar público” para todos. Lo que consiguen al final,
me imagino, porque aún no he terminado de leer la novela, es hundir al país en
la miseria, en la ruina.
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