El mérito (II)
“La envidia es el gusano roedor del mérito y de la gloria”
(Sir Francis Bacon)
Ya en otra ocasión me había atrevido a
escribir sobre el mérito. Vuelvo a hacerlo, mejor dicho, reproduzco un escrito, porque el domingo 21 de junio leí,
en mi opinión, un fenomenal artículo en elmundo.es, “El país de la meritocracia
menguante”, que firmaba el nuevo director del diario “El Mundo”, David Jiménez.
En la primera de las dos columnas se destacaban estas dos frases del escrito:
“Exigimos inglés al camarero de la playa, pero no al presidente del gobierno
que nos representa”. “Los mediocres tendrían los días contados con un sistema
basado en la excelencia”.
Al inicio de su artículo, David Jiménez
recuerda como definió Leire Pajín, la ministra de Rodríguez Zapatero, la
meritocracia española con aquella frase en la que dijo que como ministra
nombraba “a quien le salía de los cojones”. Dice el autor del artículo que en
su caso se trataba de promocionar a una amiga para dirigir el Plan Nacional
sobre Drogas, pero podía haberla puesto al frente de una misión a Marte y
tampoco se habría sentido obligada a explicar las aptitudes de su candidata.
Y paso a reproducir casi todo lo que venía a
continuación: “De las muchas indignidades que
viene padeciendo el contribuyente español, quizá ninguna sea más irritante que
la de ver cómo sus impuestos sostienen una gigantesca agencia de colocación que
permite a miles de políticos mamar del sistema. La mayoría no están preparados
para ocupar sus cargos, ni falta que hace: en la meritocracia menguante que es
España exigimos inglés al camarero de la Costa del Sol, pero no al presidente
del país que debe representarnos por el mundo; comprensión lectora a un
auxiliar de enfermería pero no al concejal de cultura; experiencia en gestión
al corredor de seguros y no a la alcaldesa de una ciudad de cinco millones de
habitantes.
El resultado es
un país donde cualquiera puede ser cualquier cosa, en cualquier sitio, para
fortuna de tipos como Guillermo Zapata, el fallido concejal de Cultura de
Manuela Carmena en el Ayuntamiento de Madrid. Hay países donde mofarse de una
víctima del terrorismo o enviar mensajes racistas a través de Twitter le
habrían sentado en el banquillo. Aquí, su jefa solucionó el malentendido con
una decisión que encaja en la doctrina Leire Pajín: "(Zapata) puede tener
otra tarea que no sea concejal de Cultura".
Siempre hay
trabajo para el afín a las siglas, el escudero del partido, el que apoyó tu
candidatura en un congreso, el que te hizo un favor político o te ayudó a
traicionar al rival político cuando más lo necesitabas. Si no hay hueco en el
Gobierno central, el autonómico o el municipal, si todos los puestos de las
empresas públicas e instituciones están copados, queda la opción de llamar a la
puerta de las diputaciones, que tienen una plantilla de más de 60.000 empleados
–más que los dos principales bancos del país juntos, según publicábamos días
atrás– y capacidad ilimitada para acoger a los enchufados que se quedan
rezagados. ¿Que tampoco ahí quedan despachos libres? Una asesoría.
La Alcaldía de
Madrid llegó a tener bajo los gobiernos del Partido Popular siete veces más
"cargos eventuales de libre designación" que la de París, la
comunidad de La Rioja uno por cada 6.500 habitantes y la Junta de Andalucía
gasta casi nueve millones al año en los suyos, sin informar ni de su número ni
a qué se dedican. Y ese es el problema: porque aunque tanto asesor fuera
necesario, tampoco habría manera de comprobarlo con gobiernos que se niegan a
informar sobre sus actividades con un mínimo de transparencia. Luego ocurre
como en la Valencia que los gobiernos populares llevaron a la decadencia, que
con el tiempo hemos sabido que más allá de la corrupción, el problema era que
se había establecido un sistema basado en la incompetencia, donde el mérito no
tenía nada que hacer frente al parentesco o la militancia.
Tanto enchufismo
se hace más difícil de digerir en esta España donde a menudo el mejor talento
se tiene que marchar a trabajar al extranjero, los buenos se alejan de la
política como de la peste y el servicio público ha quedado desprestigiado,
quizá sin remedio, para las próximas décadas. ¿Quién querría dedicarse a un
oficio donde sabes que tu avance profesional va a depender del compadreo más
que de tus ideas, la conspiración antes que el trabajo y la búsqueda de un
padrino ganador más que de una figura brillante o inspiradora?
Las instituciones
y los partidos han sido ocupados por conseguidores y sus beneficiarios, dentro
de un sistema en el que las formaciones tradicionales se alternan para ponerse
al frente de esa agencia de colocaciones que ahora tienen que compartir, a
regañadientes, con las nuevas formaciones.
El país se
encuentra con que sus problemas son grandes, pero sus políticos pequeños. En un
momento donde España necesita recuperar el espíritu de la Transición, y
encontrar a líderes que pongan el interés general por encima del suyo, los que
tenemos no pueden ponerse de acuerdo ni en algo tan básico como el modelo de
educación. Quizá sea un desacuerdo consciente el suyo, basado en su instinto de
supervivencia: deben saber que el día que España instaure desde la escuela
hacia arriba un sistema basado en el mérito y el reconocimiento de la
excelencia, los días de los mediocres estarán contados.”
Y el problema no
es que esto suceda en la política, que lo es, sino que sucede también en las
corporaciones públicas: sanidad, educación, y otras empresas estatales. Hace
poco leía que la exmujer de Rodríguez Rato era la directora de la Red Nacional
de Paradores. ¿Usted cree que el cargo fue merecido por sus méritos o logrado por
ser quién era?
Lamentablemente,
esto también sucede en el ámbito que mejor conozco: los hospitales públicos. Aquí
tampoco se tiene en cuenta el mérito.
Hoy, los hospitales
públicos en España son gobernados por los políticos y estos son quienes nombran
a los gerentes de los hospitales, los cuáles son habitualmente escogidos por ser
del mismo color político, familiar o amigo. No influye para nada las aptitudes
que tengan. Cuánto más incompetente sea el director gerente elegido más le
gustará rodearse de personas tan o más ineptas que él: director o directores
médicos, director o directora de enfermería y muchos otros cargos adjuntos a la
gerencia.
Y esto no termina
aquí. Antes, los jefes de servicios o departamentos médicos o quirúrgicos eran
los mejores doctores y la mayoría tenían consulta privada. En los últimos años,
a causa de que para ser jefe es casi una condición sine qua non tener
dedicación exclusiva al hospital y ser afín a la dirección, estos cargos se
conceden a médicos mediocres y, consecuentemente, sumisos a las decisiones del
director gerente, ya que actualmente este puede cambiarlos cuando le parezca.
www.clinicajoaquinlamela.com
Parece que tenemos nepotismo en todos los terrenos. Yo soy licenciada, con master y aspiro a ser docente en un colegio privado o concertado... Ingenua de mi, llevo 7 años en trabajos precarios ( academias, centros culturales, campamentos de verano, una sustitución en un colegio...) pero para ser, simplemente, profesora (aunque cumpla los requisitos) resulta que no conozco a ninguna monja o a alguien dentro de un cole privado que me enchufe solo me tengo a mi misma y mis 7 años de trabajos relacionados con la docencia... En el colegio donde hice la sustitución pude observar que: el hijo del director es el director técnico, la hermana del cura es profesora y el cura también, la mujer del de tecnología da biología, el marido de la secretaria es técnico de sonido y un largo etcétera. Y gente como yo, normal, con mi esfuerzo sin padrino seguimos buscando un empleo que nos de estabilidad.
ResponderEliminarGracias por haber leído el artículo de este blog y por su comentario. El problema es que la mayor parte de los españoles harían/mos lo mismo que el de tecnología, el marido de la secretaria...
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