La hija de mi hija, mi nieta, se hace mayor






 
 
 
El medio mejor para hacer buenos a los niños es hacerlos felices” (Oscar Wilde)

 

    A las 6:48 horas del día 5 de enero, víspera de Reyes, el iphone hace ese ruido característico que suena cuando recibe un whatsapp. Es una foto de mi nieta, que ha enviado mi hija a la familia, con un texto que dice: “Con su bisabuela paterna… A Valentina le interesaba mucho lo que ponían en la tele”.

    Y como muchas otras fotos recibidas de mi nieta me hace pensar. Porque esta foto, lo mismo que otras anteriores, que no puedo mostrarle porque Valentina no me ha dado permiso, muestra una vez más un gesto de su cara que no parece el de una niña de su edad. Está mirando, posando como dice una amiga nuestra, y su mirada parece la de una persona de mayor edad, casi de una viejecita, que está enterándose sobradamente de lo que está viendo y oyendo en la pantalla de TV. En otra fotografía de hace unos días, en los brazos de su madre, su cara parece la de una preciosa ancianita, con unos ojos vivarachos que ya vienen de vuelta de todo. Hasta la capucha del vestidito que lleva le da la apariencia de una avispada paisanita gallega, aunque según dice casi todo el mundo a quien más se parece es a su padre, y no es gallego. Y con sus manos superpuestas, una encima de la otra, casi entrelazadas, a la altura de la cintura, como Santa Rita de Casia y como las pone a veces uno de sus abuelos.

    Ya cuando nació había llamado la atención del obstetra y las enfermeras que atendieron el parto, por lo espabilada que estaba a los pocos minutos de haber nacido. Ahora, casi todos los comentarios de la gente que la conoce o la ve por primera vez son similares: ¡Qué espabilada para el poco tiempo que tiene! 

    Su mirada es la de una niña muy avispada y su sonrisa maravillosa. También es verdad que cuando llora, grita fuerte para que la atiendan rápido.

    No conozco el significado de lo que veo en mi nieta y le estoy contando. Pero hace que recuerde lo que me dijo en la pensión de Santiago de Compostela, donde me alojaba cuando estudiaba el bachillerato como alumno externo en el Colegio La Salle, un estudiante de los últimos cursos de Medicina: “tan solo tienes catorce años y parece como si tuvieses muchos más, parece que vienes de vuelta de todo, nada te sorprende, nada te emociona”.

    Ya sé que está pensando que me pasa lo de todos los abuelos. Tal vez. No sé si los demás abuelos transfiguran a sus nietos. Yo no lo estoy haciendo. Valentina es como la he descrito. Cuando ella me dé permiso, le enviaré sus fotos para que compruebe que no estoy mintiendo.

    Cumple hoy cuatro meses. ¡Felicidades, Valentina!

 

“Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres” (Pitágoras de Samos)

 

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