Nuevas enfermedades

 

“La gente quiere a los médicos que quieren a la gente; antes de ser un buen médico, sé una buena persona” (Anónimo).

    Hasta hoy, nadie ha sido capaz de dar una buena definición de enfermedad, tampoco de salud. En tiempo de los egipcios, solo se consideraban enfermedades las que podían curarse. Sin embargo, ahora, casi a diario aparecen nuevas enfermedades, creadas en ocasiones por expertos que mantienen estrechas e inadecuadas relaciones con las compañías farmacéuticas: disfunción sexual de la mujer, trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) en la infancia, osteoporosis, obesidad… muchas veces por el enorme interés de la industria farmacéutica en intentar encontrar fármacos que mejoren, o al menos parezca que mejoran, estas “nuevas enfermedades”. 

    En 2012, Fiona Godlle, editora de la prestigiosa revista British Medical Journal, decía que la profesión médica debía recuperar su independencia de la influencia comercial, y que ya era el momento en el que la sociedad tuviera un mayor papel en decidir quién debe ser clasificado como enfermo, opinión con la que estoy de acuerdo.      

    Se crean nuevas enfermedades o se amplían los “límites de la enfermedad” como muy bien decía Ray Monihan hace años. Al reducir las cifras anormales de presión arterial, anormalidad que podría ser distinta para cada paciente, mucha gente que estaba sana se despierta hipertensa, por lo que debe tomar medicamentos. O, como seguía diciendo este periodista australiano especializado en temas de salud, se convierten factores de riesgo en enfermedades, como sucede con el colesterol. Nadie enferma de colesterol, pero las personas ya dicen en las consultas, “tengo colesterol” y para muchas de ellas significa lo mismo que decir tengo asma o diabetes. Lo mismo sucede con la osteoporosis, una desmineralización de los huesos que se da más frecuentemente en mujeres después de la menopausia, un factor de riesgo de fracturas óseas que la han convertido en enfermedad y a millones de mujeres sanas se les ha hecho creer que están enfermas, fenómeno que algunos han descrito como el “marketing del miedo”. Y con la menopausia, un proceso natural que hasta hace poco se lo querían vender a las mujeres como una enfermedad por deficiencia hormonal.

    Está claro que se intenta medicalizar a la toda la sociedad, también a las personas sanas, para vender más medicamentos. En 2012, una de las revistas médicas más prestigiosas, New England Journal of Medicine, publicaba un artículo basado en un ensayo clínico financiado por la propia compañía farmacéutica fabricante del fármaco en el que los autores, algunos de ellos trabajadores en la propia compañía farmacéutica, llenaban al final casi una página entera con la declaración de vínculos (becas para trabajos de investigación, honorarios de consultorías, pagos por conferencias y para asistencias a congresos, etcétera) con compañías farmacéuticas, concluían que el ácido zoledrónico se asoció con una significativa reducción del riesgo de fracturas vertebrales en los hombres. Siento mucho cansarle con esta terminología médica, pero es muy interesante. En los resultados del estudio no hubo diferencias significativas en el grupo que tomó el fármaco comparado con el que se le dio placebo en cuanto a fracturas clínicas, sino en cuanto a fracturas vertebrales morfométricas (la mofometría vertebral es un método diagnóstico semejante a la densitometría con muchos falsos diagnósticos).

    Esta misma revista publicaba un estudio algunos años antes comparando el ejercicio con el calcio y otros fármacos para prevenir la osteoporosis. El ejercicio (caminar) era lo mejor para los huesos, para prevenir la osteoporosis. Caminar diariamente es más barato y sano para los huesos que tragar una píldora, pero requiere más voluntad.

    Pero ya verá como algún amigo en el futuro le comentará que está tomando un medicamento para la osteoporosis. Claro, el mercado de las mujeres ya está completo y ahora se va a por los hombres mayores con osteoporosis, que “tendremos” casi todos. Recomiéndele a su amigo que le pregunte al médico que se lo haya recomendado, que le informe detenidamente de los posibles efectos adversos del fármaco, o que se informe el mismo por Internet. Hace algunos años, uno de estos fármacos del grupo bisfofonatos fue recomendado por un médico a una paciente en California. El fármaco le produjo una necrosis mandibular a la paciente. Como el médico no le había informado que este era un raro, pero posible, efecto adverso, la paciente lo denunció y cobró una gran cantidad de dólares del seguro del médico.

    Me da la impresión qué algunas “falsas enfermedades” son “creadas” por las compañías farmacéuticas, cuando sus médicos de plantilla y planificadores descubren las preocupaciones de los médicos por las consecuencias de las enfermedades crónicas, que agravan aún más la salud ya de por sí muy deteriorada de los pacientes crónicos, cuando se tratan únicamente de efectos de la enfermedad que para solucionarlos habría que curar la propia enfermedad.

    Le pondré un ejemplo: la hipertensión pulmonar. Últimamente está de moda entre los neumólogos. No sé si fuimos nosotros quienes la pusimos de moda o la propia industria farmacéutica. Sabemos desde hace mucho tiempo que la presión en las arterias pulmonares aumenta por una seria de causas, entre ellas, la principal es la hipoxia (disminución de oxígeno en los tejidos pulmonares) que se produce en muchas enfermedades pulmonares crónicas. De estas, la que la causa con mayor frecuencia, porque ella es también la dolencia crónica pulmonar más frecuente, es la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) tabáquica, y ya no hace falta que le diga cuál es la causa. Pero hay otras, afortunadamente menos frecuentes, las enfermedades pulmonares intersticiales difusas, que usted tal vez habrá oído llamarlas fibrosis pulmonares, que causan también hipertensión arterial en estadios avanzados.

     Pues bien, hace unos años aparecieron unos medicamentos, de coste muy elevado, para tratar la hipertensión pulmonar primaria, es decir de causa desconocida, muy rara afortunadamente, pero que tiene una predilección por afectar a personas en edades tempranas. La eficacia de estos medicamentos en esta enfermedad es impredecible, no la curan y solo en ocasiones mejoran los síntomas.

    Como esta enfermedad, la hipertensión pulmonar primaria, es muy rara, se comenzaron a utilizar estos fármacos en pacientes con enfermedades pulmonares crónicas como EPOC y enfermedades pulmonares intersticiales con hipertensión pulmonar secundaria. De esta forma los ingresos por la venta de estos fármacos aumentarían. Antes de que se conociera con trabajos serios de investigación no financiados por la industria farmacéutica se comenzaron a utilizar “alegremente” y se continuaron utilizando de forma ininterrumpida sin que los pacientes hubiesen notado una clara mejoría de los síntomas de la hipertensión pulmonar. Cuando asistí hace unos años al Congreso del Colegio Americano de Médicos del Tórax en Atlanta, entré en una sesión sobre hipertensión pulmonar. Me alegré al ver que no estaba financiada por las compañías farmacéuticas y los conferenciantes dejaron claro que en aquel momento no había base científica alguna para utilizar estos fármacos en las enfermedades comentadas, EPOC y enfermedades intersticiales. Todos ellos comentaron la famosa frase médica hipocrática, “primum non nocere” (lo primero, no hacer daño) que Hipócrates aconsejaba a los estudiantes de medicina.  

clinicajoaquinlamela.com

doctorjoaquinlamela.com

topdoctors.es/doctor/joaquin-lamela-lopez

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Covid-19 y aire acondicionado

Tos sin enfermedad orgánica

Relámpagos y moscas volantes