¿Demasiada confianza en los médicos y en las medicinas?




“No es la mejor manera de tratar a los enfermos que un médico ignorante acumule remedios sobre remedios” (Erasmo de Rotterdam)




   Con mucha frecuencia oímos anuncios publicitarios del Ministerio de Sanidad en radio y televisión sobre el uso excesivo e inapropiado de los antibióticos en las infecciones respiratorias. A pesar de ello, continúan siendo prescritos en casi todas las infecciones respiratorias. 
    ¿Qué es una infección respiratoria? Es una infección que puede producirse en cualquier localización del aparato respiratorio. El resfriado común o catarro nasal, rinosinusitis, laringitis, bronquitis aguda, gripe y neumonía son infecciones respiratorias. En el resfriado común, bronquitis aguda y gripe, infecciones respiratorias causadas por virus, no está indicado el tratamiento con antibióticos. También muchas sinusitis están causadas por virus, sobre todo cuando acompañan al resfriado común y por tanto tampoco en estos casos está indicado el tratamiento antibiótico. Y también un porcentaje no bien conocido de las neumonías está causado por virus. Por ello, no debería diagnosticarse infección respiratoria, como figura frecuentemente en los informes de los servicios de urgencias hospitalarios y extrahospitalarios, sino que debería aclararse el tipo de infección respiratoria que padece el enfermo.
     Veíamos muchos enfermos con gripe (este año, debido a la pandemia de coronavirus con el uso de mascarillas, distancia social, sin aglomeraciones, no tenemos epidemia de gripe) a los que, a pesar de haber sido diagnosticados por ellos mismos y por los médicos, se les ha prescrito tratamiento con antibióticos ―levofloxacino, el más frecuentemente recetado― que además de no tener efecto beneficioso alguno en la gripe les causa a veces importantes efectos indeseables (diarrea, el más frecuente).
    En mi opinión, aunque el desliz o desacierto recae en el médico que prescribe antibióticos en la gripe, también los pacientes tienen alguna culpa por confiar demasiado en nosotros y no cuestionar los diagnósticos ni los tratamientos.
    Escuchamos con mucha frecuencia decir esto a los enfermos: si me ha dado el médico estas medicinas será porque me serán buenas. Dicen esto porque creen que los médicos actuamos con certeza, con seguridad. Y no siempre es así, por las razones siguientes:  1) existe una enorme variabilidad entre los médicos cuando analizamos los datos de los pacientes y extraemos conclusiones; 2) tenemos que tomar decisiones con una incertidumbre casi continua, muchas veces sin poder demorarlas, que pueden causar perjuicios graves para los pacientes si no son las adecuadas; 3) muchos médicos cuestionan poco la información que reciben ya sea de artículos de revistas médicas, informes de ensayos clínicos financiados por las compañías farmacéuticas o recomendaciones de las guías de práctica clínica; 4) ir con la mayoría es más fácil y cómodo, también en la práctica médica, y 5) pedir muchas pruebas y prescribir muchos fármacos está bien visto.
    La calidad de la asistencia médica depende esencialmente de las decisiones que tomamos los médicos con los pacientes. Muchas de nuestras actuaciones son correctas, pero muchas otras no lo son. Existen variaciones considerables entre los médicos en el proceso diagnóstico, desde realizar una historia clínica o exploración física hasta valorar una prueba de laboratorio o un estudio radiológico, y en el tratamiento recomendado. Un alto porcentaje de observadores médicos de un mismo proceso puede no estar de acuerdo en el diagnóstico. Para tratar adecuadamente a los pacientes, es esencial diagnosticarlos antes de manera correcta. Para alcanzar un buen diagnóstico, son muy importantes la experiencia del médico y la realización de un buen reconocimiento del enfermo.
    A veces oímos decir a los enfermos que a algunos médicos no les gusta que les hagan preguntas, tales como cuál es la enfermedad que padece o acerca del tratamiento que le ha recomendado. A los médicos no debería molestarnos que el enfermo nos haga todas las preguntas que crea convenientes antes de tomar el o los medicamentos que le hemos prescrito.
    Por todo lo anterior me atrevo a hacerle las siguientes recomendaciones:
    1) Antes de iniciar el tratamiento pregunte al médico cuál es la enfermedad que padece.
    2) Si el médico no está seguro de la enfermedad que usted padece, pregunte entonces la razón (o razones) por la (las) que le recomienda iniciar el tratamiento.
    3) Si está de acuerdo ―usted es el único dueño de su enfermedad― con uno u otro de los puntos anteriores, entonces, si no se los explica, pregunte por los efectos beneficiosos esperados, con el tratamiento que le ha ordenado, y por los posibles efectos adversos.
    4) Pregunte, si no se lo aclara previamente, cuánto tiempo debe tomar el tratamiento.
    5) Y si no nota los efectos beneficiosos esperados que el médico le dijo o nota efectos adversos con el o los medicamentos que le ha prescrito, póngase en contacto con él.




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