Sobre los medicamentos, una vez más (I)






“Es menester no ignorar que los medicamentos tomados en brebajes no siempre resultan útiles a los enfermos, y que habitualmente perjudican a las personas sanas” (Aurelio Cornelio Celso. De Re Médica, libro II, Siglo I a C.)







    Está curándose sin problemas, sin dolor, únicamente con ligero picor al principio, y sin tomar medicamento alguno, un herpes zoster que me afectó al antebrazo derecho y muy poquito al hemitórax derecho, zonas anterior y posterior. Si hubiera ido al médico, y este no supiese que soy médico probablemente me hubiese recomendado aciclovir u otro antivírico y algún analgésico, incluso opiáceo. Y si no fuera médico, habría creído que fue el medicamento el que me lo curó.
    Tramadol, un opiáceo que usa últimamente se prescribe sin tos ni son, se lo recomendaron por un herpes zoster al marido de una paciente que vi hace pocos días y me contó que le volvía loco, que le parecía que era otra persona. Ya sé. Me dirá por experiencia propia o por haberlo oído que el herpes zoster duele mucho. Sí, es verdad. Tal vez yo no haya tenido dolor porque me afectó poco al tórax. Pero también hay que tener en cuenta que el dolor no lo podemos medir como podemos mediar la presión arterial o la temperatura. Y, cuando me duele la cabeza –afortunadamente pocas veces- para mí es el dolor mayor del mundo, pero no puedo compararlo con el dolor de cabeza de los demás. El umbral del dolor es distinto en cada paciente, de ahí que de algunas personas se diga que son muy quejicas.
    ¿A qué venía lo del herpes que se está curando sin tratamiento alguno? Viene a que esto, afortunadamente sucede con muchas otras infecciones, como la gripe, resfriado común, bronquitis aguda, etcétera, y si uno va al médico es posible que salga con más de un medicamento de la consulta. Y, en estos casos mencionados, solo estaría indicado, en todo caso, algún medicamento para la fiebre o el dolor si lo hubiese. Sin embargo, es cada vez más frecuente ver como en las infecciones de vías altas respiratorias, como las traqueobronquitis agudas víricas, los pediatras prescriben a los niños antiinflamatorios, y broncodilatadores y corticoides inhalados. Estos medicamentos no están indicados para estas infecciones víricas. Los síntomas de la inflamación de la tráquea y bronquios mejoran cuando la infección vírica se va curando sola, ya que no tenemos antibióticos que curen estas infecciones causadas por virus. Y los antiinflamatorios no mejoran la inflamación causada por los virus o es menor el beneficio que los posibles efectos adversos de los mismos. Y ya se está empezando a ver como estos mismos medicamentos se prescriben también a los adultos.
    Recuerdo cuando en 1984 había invitado a un excelente neumólogo pediatra danés a dar una conferencia en Orense y afirmó que los corticoides inhalados eran el mejor tratamiento en el asma infantil. Los pediatras de aquí se llevaron las manos a la cabeza porque no los utilizaban por los efectos adversos y ahora se les ha perdido el miedo, y tampoco es eso. Los corticoides inhalados solo hay que prescribirlos cuando están indicados, y en el asma lo están cuando los síntomas son frecuentes. Pero no está indicado recetarlos en las bronquitis agudas, porque no mejoran la inflamación producida por los virus y por consiguiente tampoco mejoran los síntomas, y tienen efectos secundarios. Podíamos creer que cuando se prescriben correctamente por vía oral durante unos días no había efectos adversos; sin embargo se acaba de publicar, en la prestigiosa revista British Medical Journal, que en los pacientes que se utilizaron menos de treinta días hubo un aumento del riesgo de sepsis, tromboembolismo venoso y fracturas.
    El “sobretratamiento”, cada vez más frecuente, es el tratamiento médico o quirúrgico innecesario, el que no le aporta beneficio alguno al paciente y le puede causar perjuicios.  
    En los 70, Jack Wennberg fue el primero en darse cuenta y publicar después sus estudios en los que documentó las variaciones injustificadas en los tratamientos, basadas, no en la racionalidad clínica sino en el lugar donde vivían los enfermos. Los estudios de este médico en Estados Unidos se basaron fundamentalmente en intervenciones quirúrgicas. Allí se considera que los servicios prestados sin beneficio alguno para el paciente pueden representar el 30% de la asistencia médica.
    En la medicina pública de nuestro país no hay esta sobreutilización de los procedimientos quirúrgicos porque no hay pago al médico u hospital por servicios prestados, y por tanto los sobretratamientos son sobre todo médicos.   
    Los medicamentos más frecuentemente utilizados como sobretratamientos son los "protectores gástricos", los del colesterol y la osteoporosis, los broncodilatadores y corticoides inhalados y los tranquilizantes e inductores del sueño. Todos estos fármacos pueden causar efectos adversos, injustificados si no hubo una indicación médica correcta. Hablaremos de ellos próximamente.



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