Elecciones



“La Historia nos enseña dos cosas: que jamás los poderosos coincidieron con los mejores, y que jamás la política fue tejida por los políticos” (Camilo José Cela)



    Predican todos los días, pero ahora, con tantas elecciones, lo hacen a todas horas. Algunos volveremos a recordar lo que decía Alfonso Castelao: “pradicando po los votos andan catro lacazans, engañando a catro tontos, prometendo o que non dan”, y muchos otros se darán cuenta, una vez más, después de haber votado, que los políticos son como los cines de barrio, primero te hacen entrar y después te cambian el programa, como dijo hace muchos años Jardiel Poncela.

    En mi opinión, quienes mandan en los países, me atrevería a decir en el mundo, no son los políticos, como muy bien señaló nuestro ilustre Camilo José Cela, sino quienes tienen el dinero. Y esto creo que nunca cambiará. Además, ¿no le parece mejor que sea así? ¿Cree que sería mejor que mandasen los que no lo tienen? Luís Buñuel lo mostró muy bien en Viridiana, una de sus mejores películas. 

    Los que no tienen dinero suelen ser más derrochadores que los que lo tienen, y más aún si el dinero no es suyo. Mire lo que ha sucedido con los políticos de nuestro país y lo que continúa sucediendo. Oía, no hace mucho, que en todo Estados Unidos había poco más de 500 coches oficiales y en España más de 12.000, y que en Cataluña había más coches oficiales que en toda California. Al parecer todavía es mucho peor en Grecia, país arruinado y derrochador.

    Pero no importa. Ahora ya han empezado a prometer: que si cheque bebé, que si vacaciones post-parto de varios meses para el padre y la madre, que si guarderías gratuitas para todos, que si más de un millón de empleados públicos, que si millones y millones de euros para las distintas regiones… Acabarán ofreciendo que con ellos viviremos como reyes, sin trabajar. Y lo hacen como si el dinero lo pusieran ellos, como si no fuese de los ciudadanos que los han puesto a ellos ahí para gestionarlo bien, no para malgastarlo, y menos aún para saquearlo. Ya dijo Nikita Jrushchoy, político ruso, que los políticos son siempre lo mismo, prometen construir un puente aunque no haya río.

    También dijo nuestro insigne Cela que jamás los poderosos coincidieron con los mejores. Es probable que tenga toda la razón. Si los poderosos coincidieran con los mejores posiblemente nos iría de otra manera, otro gallo nos cantaría. Es posible que en alguna ocasión, alguna vez, hayan coincidido: ¿Winston Churchill?

    ¿Qué sucedería si los mejores nos gobernaran? No lo sé. Pero me parece que tal como están diseñados los partidos políticos es casi imposible que se lo permitiesen, Un ejemplo que me parece revelador fue la entrada de Manuel Pizarro, anterior presidente de Endesa y de la CNMV, en el Partido Popular. Duró poco. Los mejores, como le sucedió a él, duran poco, porque se encargan los que se han dedicado toda su vida solo a eso, a la política, que duren poco para que no les quiten el chollo. Si no logras desarrollar toda tu inteligencia, siempre te queda la opción de hacerte político, dijo Gilbert Keith Chesterton. Fue más duro todavía Friedrich Nietzsche: la política es el campo de trabajo para ciertos cerebros mediocres.

    Los mejores habitualmente se dedican a perfeccionarse en sus profesiones, en sus trabajos, a ser mejores trabajadores, mejores profesionales. La mayor parte de los políticos que tenemos no intentan mejorar en lo que hacen, solo están interesados en la seguridad de sus puestos, intentando contentar a todo el mundo y haciendo -mejor, prometiendo- lo que haga falta para perpetuarse en ellos. Dijo Diego de Saavedra Fajardo que todo el estudio de los políticos se emplea en cubrir el rostro a la mentira para que parezca verdad, disimulando el engaño y disfrazando las intenciones. 

    Y, precisamente, si quienes mandan son los que tienen el dinero, los cambios después de ser elegidos unos u otros pueden ser mínimos. Repare otra vez lo que sucedió en Grecia. Los resultados de los cambios políticos rara vez son aquellos que sus amigos esperan o que sus enemigos temen, dijo Thomas Henry Huxley.

    En cualquier caso, en este año de elecciones y por tanto de sangría de millones y millones de euros -nunca ponen reparos en los gastos- la mayoría de las personas hemos votado y volveremos a votar. Y nos volveremos a equivocar, pero aun así será mejor que no pudiésemos hacerlo o que las elecciones fuesen una farsa como sucede en algunos países. Estuvo acertado, en mi opinión, John Calvin Coolidge: “Sería una necedad pretender que el pueblo no puede cometer errores políticos. Puede cometerlos, y graves. El pueblo lo sabe y paga las consecuencias; pero comparados con los errores que han sido cometidos por cualquier género de autocracia, estos otros carecen de importancia”.

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