Adelgazar, para vivir más








La potestad de cambiar sólo depende de nuestra voluntad” (Shakespeare)









   - “Por favor, coma menos todos los días para perder muchos kilos de peso. Tiene más de sesenta por encima de su peso ideal. Este sobrepeso tan importante contribuye a que aún respire peor. La silicosis pulmonar que padece no tiene tratamiento, pero su obesidad sí: comer todos los días sólo la mitad de lo que come.

   - No se preocupe doctor, lo voy a hacer, voy a comer menos (los pacientes siempre responden así como si fuésemos nosotros, y no ellos, los que tuviésemos que estar preocupados por que no cumplan las recomendaciones que les damos para tener mejor salud).

   - Usted ha ingresado en múltiples ocasiones en el hospital y no ha adelgazado. Estoy seguro que todos los médicos que le atendieron antes le recomendaron lo mismo y usted no lo hizo, incluso aumentó de peso. ¿Cómo le voy a creer ahora?

    - Es verdad. Esta debe ser la novena vez que ingreso en el hospital en los dos últimos años y todos los médicos me dijeron lo mismo, que tenía que adelgazar, pero es usted el primero que me dice que tengo que comer menos”.   


    Este diálogo con un enfermo con insuficiencia respiratoria grave por silicosis pulmonar y 135 kilos de peso, que ya he contado en más de una ocasión en este blog, tenía lugar no hace mucho cuando le entregaba el informe de alta hospitalaria. Y es una de las justificaciones más originales del porqué no adelgazaba, porque las otras son casi siempre lo mismo: “no se crea que como mucho”, “no sé cómo estoy así con lo poco que como”, “engordo a pesar de comer menos”, “como poco, pero es verdad que no me muevo por culpa de las rodillas y las caderas”, etcétera, etcétera. 

    Casi todas las personas que tienen sobrepeso quieren adelgazar -salvo algunas señoras mayores que dicen que les gustan más así a sus maridos porque tienen menos arrugas-, pero quieren conseguirlo sin sacrificio alguno, sin pasarlo mal, comiendo lo mismo. Y así no se puede adelgazar, salvo que se trabaje más, que se quemen más calorías comiendo lo mismo.

    La mayoría de las personas con sobrepeso u obesidad dan variadas explicaciones del porqué llegaron a esa situación: constitución familiar fuerte, cesar de fumar, no poder salir de casa a caminar por tener que cuidar a familiares mayores, fractura de una pierna, esguince de un tobillo, el frío invierno que le obligó a quedarse en casa, la menopausia, la jubilación… Incluso algunos achacan los kilos de más a su origen gallego, como me dijo el otro día el hijo de una señora que venía a consultarse por dificultad respiratoria. Al finalizar la consulta le dije a la madre, que había acudido porque se fatigaba al subir cuestas, que tenía que comer menos para perder muchos kilos de peso por que sus pulmones funcionaban como los de una mujer sana de su misma edad y talla, pero era la obesidad la causa de que respirara con dificultad. Y también les recomendé lo mismo a su marido y a su hijo. Que comieran menos, porque también estaban muy pasados de kilos. El hijo, sonriendo, me dijo: “es que los gallegos disfrutamos comiendo”. Le dije que también yo era gallego, que me gustaba comer pero que, para no engordar, quedaba con hambre todos los días. 

    Siempre les digo a los pacientes obesos que comiendo menos se ahorra dinero, se mueve uno mejor y se va más tarde para el cielo. Casi todos me dan la razón, incluso algunos prometen que lo van a hacer, pero la mayor parte me pide que le dé algo para tener menos hambre. Les digo que para adelgazar hay que tener voluntad suficiente  para quedar con hambre, ya que es la boca el único sitio por el que se adelgaza y se engorda. No son las piernas, como creen algunos. Hacer ejercicio es fenomenal para tener mejor salud, pero el ejercicio aumenta el apetito. Se adelgazaría, haciendo mucho ejercicio, si uno continuara comiendo lo mismo que antes.

    También les comparo la comida con el dinero. Les digo que cuando era pequeño me llamaba la atención como se extrañaba la gente mayor de mi aldea cuando, después de la muerte de algún vagabundo, conocían que tenía mucho dinero ahorrado en el banco. A mi no me sorprendía. Pensaba que era normal que lo tuviesen porque todo lo que les daba la gente lo metían en el banco, no gastaban nada porque también les daban de comer. Otros, mucho más ricos, como los hijos del dueño de una fábrica de conservas que había en un pueblo cercano, que ganaban mucho dinero, no tenían un duro en el banco e incluso acabaron arruinados porque se gastaban todo lo que ganaban jugando en un casino cercano. Si uno come poco y no gasta las calorías que ingiere, engordará; si uno come mucho y gasta las mismas o incluso más de las que ingiere, se mantendrá en el mismo peso o adelgazará. Lo mismo que pasa con los cuartos.

    Es verdad que usted y yo conocemos personas que comen muchísimo y están delgadas. Se debe a lo que decíamos antes. Que consumen todas las calorías o más que ingieren. Suelen ser personas que no paran en todo el día de trabajar y moverse. Estas personas suelen vivir más años.

    Y al revés, personas que comen menos y tienen un peso excesivo. Recuerdo una señora que acudía en una silla a la consulta por el peso excesivo, más de 140 kilos, y su familia me aseguraba que solo tomaba dos cafés con leche al día. Le recomendé que tomara solo uno.

    Cuando alguien dice que no adelgaza porque no puede caminar por dolor en la cadera y/o en las rodillas, le alego que si las articulaciones de sus piernas y caderas hablaran lo primero que le dirían es que les sacara peso de encima y que las moviera, porque quedándose quieto y comiendo lo mismo lo único que hace es agravar las cosas.

    Es frecuente oírles decir, sobre todo a las señoras cuando se les recomienda comer menos y caminar más, que si se quedan con hambre, por la noche no consiguen dormir por la ansiedad. Les insisto que no tienen que irse a la cama sin cenar, sino cenando menos de lo que cenan todos los días.

    Creo que todos los años es mayor el número de personas que consigue dejar de fumar que el que consigue adelgazar. Posiblemente se deba a que el tabaco no es necesario para vivir (solo es necesario para morir más temprano) y si uno consigue dejarlo no lo necesita nunca más, y la comida es necesaria para vivir (abusando de ella, para morir más temprano también). Oía en mi aldea cuando era pequeño decir a la gente mayor que al matadero llevan antes a los gordos que a los delgados. Tiene razón, tal vez los de mi aldea eran muy brutos, pero en esto que decían también ellos la tenían.

    Muy poca gente consigue adelgazar y mantenerse delgada, a pesar del gran éxito en ventas que han tenido los libros con dietas para adelgazar en los últimos años y que han hecho ricos a espabilados escritores. La última moda para adelgazar, creo que oí o leí el otro día, entre las artistas y modelos, es ayunar, no comer, dos días a la semana.

    En mi perorata con los enfermos y sanos con sobrepeso y obesidad siempre termino con el ejemplo de los japoneses que viven en el archipiélago de Okinawa, (http://elpais.com/diario/2008/02/10/eps/1202628417_850215.html) porque son de los más longevos del mundo. Y se cree que es debido a que están todos delgados porque sus dietas tienen menos calorías, con mucha fruta, cereales y pescado, y poca carne. Pero quizá lo que comen no sea lo más relevante sino que estos isleños japoneses practican lo que se conoce como hara hachi bu, que viene a significar “come solo hasta que te sientas medio lleno”. No comen hasta llenar el estómago, hasta saciarse, sino que lo hacen solo hasta el 80 por ciento, quedan con un 20 por ciento o más de hambre o de estómago vacío con cada comida. Experimentos hechos en animales han demostrado que dándole dietas hipocalóricas, adelgazándolos, viven más.  Los estudios asocian las dietas de restricción calórica prolongada a una mayor longevidad. “Poner el organismo en modo “hambre” puede estar manteniendo fisiológicamente jóvenes a los habitantes de Okinawa”, sugiere Willcox.

    Para adelgazar hay que comer menos todos los días o trabajar más (consumir más calorías) comiendo lo mismo.

    Parafraseando a Shakespeare, la potestad de comer menos solo depende de nuestra voluntad. Einstein definió a la voluntad como una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica.



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