También ellos han envejecido




“Todo el mundo quisiera vivir largo tiempo, pero nadie querría ser viejo” (Jonathan Swift)




   Hace dos semanas estuve podando árboles frutales en la pequeña huerta de la casa de mis padres, ya fallecidos, en Quilmas. Hay manzanos, perales, higueras, naranjos, limoneros, y algunos árboles más jóvenes plantados en los últimos años. Los más viejos tienen al menos mi edad porque los recuerdo desde muy pequeño. Ese día que estuve allí comprobé que también ellos envejecieron. Una higuera, que ya estaba muerta, aparecía en el suelo arrancada de raíz debido a una “nordestada” o “vendavalada”. Así le denominamos allí a las ciclogénesis explosivas. Un limonero, un manzano y un peral también están en las últimas. Se les nota la vejez.
    No me tranquilizó su envejecimiento. Rechazo el mío y el de ellos. ¿Por qué la naturaleza no lo hizo de otra forma? ¿Por qué no hizo que muriéramos sin envejecer? ¿Por qué no hizo que pasáramos en la madurez, sin envejecer, los mismos años que fuésemos a vivir? ¿Por qué? ¿Por qué no impidió que envejeciésemos? 
    Hice aquel día estas preguntas en su nombre y en el mío. Nadie me contestó.



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