La muerte, los atentados terroristas...
“La
fuente de todas las miserias para el hombre no es la muerte, sino el miedo a la
muerte” (Epicteto de Frigia)
Era muy niño. Dormía con mi abuela. Tenía
mucho miedo a la muerte, a morirme. No sé si se debía a que mi abuela después
de acostarnos rezaba el rosario y terminaba con una oración a un santo para
que nos diera una muerte buena, rápida y tranquila. Y a ella se la dio. Se
acostó como todos los días y por la mañana, cuando mi madre le llevaba una taza
de leche a la cama, estaba muerta. Seguí pensando y temiendo a la muerte hasta
mucho después de morirse ella. No le diré si se lo tengo ahora.
Lo cuento, ahora, después de leer que este
joven terrorista de 17 años, el conductor de la furgoneta que mató a tantas
personas en Barcelona, deseaba matar a todos los infieles del mundo.
No me creerá lo que le voy a decir que
pensaba después de morirse mi abuela. Creerá que estaba loco. Ahora ya no lo
pienso. Pero después de morirse mi abuela, de haber rezado con ella pidiendo
una muerte tranquila, tenía mucho miedo a que a mí me sucediera lo mismo que a
ella. ¿Y sabe que pensaba? Me da vergüenza. Esperaré a decírselo cuando esté
finalizando el escrito. ¡Porque tengo que decírselo! Por eso estoy escribiendo.
Me dará menos vergüenza más tarde.
No debía creer que hubiese un cielo al que
yo fuese si me moría y estuviese mejor que en la tierra, en Quilmas, donde
vivía, porque si creyese que lo había no pensaría lo que pensaba. No le voy a
decir lo que creo ahora.
Los terroristas del estado islámico
piensan muy distinto a lo que yo pensaba cuando era niño y
le tenía miedo a la muerte. Al
parecer ellos no tienen miedo a morir. Yo tenía mucho miedo. Ellos quieren matar
a los infieles. Yo, si me moría, quería que me acompañaran los amigos. Todavía
no le voy a decir cómo. Se lo diré al final. Ellos creen en el cielo, adonde
irán con Alá; yo no sé si creía en el cielo. A mí posiblemente me influyó mi
abuela en el miedo a la muerte, pero no en lo que pensaba hacer antes de
morir. A ellos les influyen en lo que piensan o creen y en lo que hacen antes
de morir.
Y me pregunto: ¿Cómo alguien puede incitar
a matar a otras personas por no tener sus mismas creencias religiosas? ¿Cómo
alguien puede morir matando convencido de que al morir se irá con su Dios y
muchas vírgenes?
Después de morirse mi abuela
pensaba qué si enfermaba, antes de morirme, “llevaría” conmigo a los amigos ―no
llegué a comprar una escopeta porque no enfermé― para que no siguieran pasándolo
bien ellos solos aquí en la tierra. Lo seguí pensando algún tiempo, no sé
cuánto, pero bastante tiempo.
A mis pocos amigos les digo ahora que estén
tranquilos. Que ya no pienso así. Porque tampoco ni ellos ni yo nos divertimos como
cuando éramos jóvenes.
Dicen, los que me conocen, que
soy egoísta. ¡Cuánto más lo debía ser cuando era niño!
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